lunes, 20 de julio de 2009

LA DUDA

Un entierro siempre es triste y supongo que nadie pretende que sea otra cosa. Pero algunos son especialmente desconsoladores y esto se percibe mucho más a medida que pasan los años y empiezas a sentir más cercana tu propia muerte.

Además, siempre hay una parte de tu vida, por muy pequeña que sea, que se entierra también con esa persona a la que has conocido, con la que te has reído, cantado, jugado o sencillamente te ha dado de comer cuando eras pequeño. Sabes que jamás vas a poder vivir nuevamente todo eso y que, a partir de ahora, y eso en el mejor de los casos, será un recuerdo grato para algunos y para otros dentro de poco ni eso. Y sin embargo, quiso y la quisimos.


En cada despedida vamos perdiendo algo de nosotros mismos que está estrechamente vinculado al que acabas de enterrar.

Y, lo pretendas o no, allí, en ese mismo momento, eres consciente de que cualquier día puedes ser tu mismo el que estés metido en una caja de madera y desciendas lentamente hacia una fosa. Que una serie de miradas observen ese instante e, incluso, alguno tenga un gesto de dolor que lo humanice.

Y sabes que tú también pasarás a ser un vago recuerdo y poco más. Algo tan breve como el responso que el sacerdote reza mecánicamente porque, evidentemente, es su obligación. ¡Curiosa obligación! Recordar por obligación...

Y piensas en sí antes has hecho todo lo que tenías o debías de hacer o si, por el contrario, esa persona que se ha ido, se lleva alguna deuda con ella, de la que posiblemente tú no tenías ni la menos noción y que, ahora, jamás vas a poder saldar. Siempre me quedará la duda y esa no se entierra.

6 comentarios:

  1. Txema querido, es la reflexión de todos nosotros ante la desaparición de una persona a la que has querido y que ha representado algo especial en tu vida. Si hicimos o no lo que creíamos que debíamos hacer. Esa duda es pavorosa por eso hay que evitarla haciendo en vida lo que cada uno crea que debe hacer. Después el arrepentimiento no sirve y además es muy castrador.
    Es en vida cuando debemos decir lo mucho que queremos, nuestro agradecimiento, nuestra entrega. Como no existe el más allá, vamos a quedarnos con el "más aca" y expresar ahora y aquí el cariño.
    No estes triste. Se ha ido despues de una larga vida.
    Un beso

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  2. Tus palabras son sabias. Parece mentira que estés tan lúcida a estas horas.

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  3. Creo que sobran las palabras, Txema. Un abrazo.No quiero comentar nada más sobre esto, porque no me trae recuerdos agradables, precisamente.

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  4. Gracias María. Sabes? No es tanto el problemade la muerte, que también, sino mis propias carencias en el trato con las personas. A veces me siento un poco deshumanizado.

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  5. Muy profundo y emotivo, Txema... algo tan personal y a la vez tan dramáticamente extensible....

    Quizás esa deshumanización que comentas sea en el fondo una especie de miedo a un cierto tipo de muerte que se trata de tapar desde la distancia y el callo.. miedo a la muerte de lo que somos, independientemente de que nos guste o no, y queremos salvaguardar como sea... Paradójico... y humano.

    Lo mejor es pensar que el mundo va a seguir aquí mucho más allá de nosotros y descargarnos todo lo posible de esa carga espantosa y paralizante... Nunca sabemos dónde se esconde, pero sí que lo hace...

    Hay algo más fuerte que ese nunca.. y es el siempre... Desde aquí todos mis ánimos, Txema....

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  6. Troll eso es exactamente lo que he querido decir y no he sabido. Me he quedado un poco en tierra de nadie, en la superfcie, en una reflexión huera, casi simbólica.

    En realidad soy consciente de que mi tía ha vivido 98 años y eso no está nada mal y que sólo en el último año sus condiciones vitales dejaron de ser minimamente aceptables.

    Pero, es que no me refiero a la muerte física, o no sólo, sino a una muerte ética. Una muerte que se produce en mí mismo.

    El problema, en mi humilde opinión, es que arrastramos, queramos o no, la terrible losa de la herencia judeo cristiana del concepto de la culpa. Y no me refiero a sus culpas, sino a las mías, que, precisamente, su muerte ahonda, lejos de expiar.

    No me tranquilza su muerte que podría llevarme a la idea de "un problema menos", y, por contra me conduce esta otra: una posibilidad menos de servir para algo a alguien a quien tengo (tenía) cerca.

    De qué me sirve amar la revolución, pretender salvar a la mitad del mundo, sino soy capaz de ayudar al más próximo. Y esta muerte aumenta esa contradicción.

    Eso es lo que me hubiera gustado saber explicar con más destreza.

    Gracias Troll.

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