domingo, 14 de febrero de 2010

MÉRIDA LA TRANQUILA


A medida que pasaban los días en Extremadura, incluso diría que las horas, se acrecentaba el entusiasmo paterno. Sin duda se encontraba en su salsa, ya que por un lado, podía mostrarnos sus vastos conocimientos de la historia de España y, por otro, veía por sí mismo todo aquello que, hasta ese momento, era sólo algo escrito con brevedad en algún libro.

Quizá, casi con toda seguridad, no fui capaz de apreciar ese momento en toda su intensidad, pero con el paso de los años, desgraciadamente casi todo se percibe con el transcurso del tiempo, alcancé a ver la importancia que para él tuvo ese viaje.

Ahora, cuando he querido rememorar esos días, me ha sido difícil salir de lo meramente anecdótico, de lo accidental, para poder transmitir lo verdaderamente importante. De ahí que lo que cuente, pueda parecer, posiblemente con justicia, algo superficial, intranscendente.

En todo caso, sin que nuestro maravilloso utilitario nos diese más sustos, pasamos del refugio final de todo un emperador, como fue Carlos I, a una de las cunas de la romanización: Mérida o Emerita Augusta, ciudad que por entonces, no era demasiado grande, ni por supuesto capital de su comunidad.

La dejadez insultante de los gobiernos españoles había permitido que su teatro romano estuviera prácticamente sepultado. Fue por entonces cuando se empezó a recuperar ese monumento que ya se podía visitar y ver, aunque no en todo su esplendor como sucede hoy.

No tengo, como se dice actualmente, testimonio gráfico de aquellos días porque aún no había pasado engrosar el patrimonio familiar la primera cámara fotográfica, que fue, diré de paso, una Werlisa color y he de valerme sólo de mi memoria.

Mérida hace honor a su nombre porque era una ciudad tranquila y apacible (no sé si será así ahora) como tenía que ser la que fue fundada para retiro de los “eméritos”, es decir los jubilados de las legiones de Augusto. De ahí su nombre.

Y, si importante fue Carlos I, más fue Roma, a la que debemos prácticamente casi todo lo que somos, tanto para lo bueno como para lo malo, empezando por el idioma que procede de aquel latín mestizo que se hablaba en Mérida.

Entre las anécdotas recuerdo el empeño de mi madre en saber con exactitud qué pueblo era el que había dedicado una calle a su “emérito” hermano, uno de los impulsores del Plan Badajoz, historia que tuvimos que escuchar con respeto desde el mismo momento en el que entramos en la susodicha provincia y que trasladó, de paso, a quien pacientemente quiso oírla como algún camarero o empleada del Hotel Goya (Badajoz) que regentaba entonces un catalán y donde hicimos noche.

Como digo, en términos generales y que nadie se dé por aludido, la adolescencia es una edad en la que la necedad impera sobre cualquier otra consideración, posiblemente por eso se llama la edad del pavo.

Así que, en concordancia con eso, frente a la historia, me interesaba mucho más la prometida excursión a Portugal.

Los recuerdos son mucho más nítidos y rememoro con claridad la espera en la comisaría de la frontera para lograr un pase familiar por de 24 horas que es lo que se daban a la mayor parte de los españoles que, normalmente, carecían de pasaporte, un documento era en ese tiempo tan inútil como complicado de lograr. Lo primero porque las posibilidades de salir fuera eran sólo para los pudientes y lo segundo porque las restricciones burocráticas eran abrumadoras.

Así que la emoción al levantarse las barreras que separaban los dos países y pasar con nuestro modesto coche a tierras lusitanas fue indescriptible. ¡Por fin! algo verdaderamente diferente, incluso otro idioma, otras costumbres. Sin duda era lo mejor del viaje.

Elvas es el primer pueblo que está pasada la frontera española. Es también pequeño pero con importancia en el proceso de romanización y que cuenta con un acueducto de siete kilómetros que es una verdadera maravilla.

Pero, desgraciadamente, en ese momento eso me era totalmente ajeno. En fin va llegando a su término esta andanza por la ruta de la plata, aunque aún quedaba una sorpresa.