martes, 28 de diciembre de 2010

LOS LIBROS ROJOS DE CRISOL

Hace unos días, exactamente el 18 de diciembre, comentaba con Rafael García Almazán durante una excelente comida arrocera, y delante de unas damas que lo pueden confirmar, que a estas alturas de nuestra vida ya somos un poco abuelos cebolleta, capaces de aburrir al más pintado con nuestras batallitas, con nuestros ya muy viejos recuerdos que, posiblemente, interesen a pocas personas.


Me viene esto de los recuerdos a la memoria como consecuencia de haber rememorado hace unos días, en esta navidad, la historia de mi relación con la ya desaparecida editorial Manuel Aguilar y el especial cariño que tengo a su colección Crisol.


Aunque no podría precisar la fecha con exactitud, el primer libro de esa colección que llegó a mis manos. Fue un regalo de mi padre en unos de mis cumpleaños, posiblemente el decimoquinto o decimosexto, o quizás por estas fechas festivas. El libro en cuestión fue las “almas muertas” de Nokolai V. Gogol, una obra verdaderamente extraordinaria y que conservo con sumo cuidado y cuya lectura aconsejo encarecidamente.


En ese tiempo, la editorial Aguilar tenía un sistema de pago muy curioso del que me beneficié durante bastantes años: resulta que cada mes un empleado de esa empresa venía a cobrar una pequeña cantidad previamente acordada (me parece que eran al principio unas 15 pesetas), que se iban acumulando en una especie de cuenta de ahorro. De esto hace más de cuarenta años.


Cuando querías un libro, sólo tenías que consultar el catálogo de la editorial, comprobar si la cuenta tenía suficiente dinero y comprarlo sin más. No había intereses, ni demoras, ni nada más complicado. Todo muy sencillo, sin letra pequeña.


Recuerdo perfectamente la emoción que me producía saber que tenía la cantidad suficiente para adquirir algún libro. En principio de los más asequibles y luego algunos ya más caros.


La llegada del cartero con el pequetito de cartón, atado con unas cuerdecillas que le hacían inconfundible. ¡Por fin tal o cual obra en mi poder!


Con el paso de los años, y por ser un buen cliente, ya se podía comprar algún libro incluso si el dinero no era suficiente para pagar el total de la operación. Así llegaron Dostoievski, Shakespeare, Tolstoi . Knut Hamsum y otros muchos, entre obras completas, premios Nobel, obras escogidas o de teatro, como fue el caso de Ibsen, un autor por el que siento una gran estima.


Pero recuerdo con especial cariño los libros de la colección Crisol, que tenía -y tiene- un sabor especial. Unos libros de un tamaño pequeño y muy manejables muy bien encuadernados en un color rojo y sobre los más variados temas y autores: San Juan de la Cruz, Ramón y Cajal, Balzac y el citado Gogol son los que hoy por hoy me quedan.


Creo que alguno se ha quedando en el camino, o sea en manos de alguien insensato que no lo devolvió a su dueño. Entre ellas las “confesiones” de Agustín de Hipona.


Un buen día M. Aguilar (Tuéjar, 1888 – Madrid, 1965) se subió al carro de la modernidad. Ya no hubo más empleado que fuera cada mes a cobrar su recibo, sino que directamente se vendían en las librerías y se podía pagar con la tarjeta de crédito.


Para mí fue triste ver como la obra de Manuel Aguilar, que comenzó trabajando de corrector y edificó una prestigiosa firma, se desmoronó en un mundo en el que todo se reduce a la más nauseabunda de las rentabilidades.


Quebró en 1982 con una deuda de 480 millones de pesetas, la compró el Grupo Prisa en 1986, hoy también arruinado, y poco queda del trabajo de aquel valenciano ilustre, que inició nada menos que en 1923 esta aventura, salvo alguna calle y un museo biblioteca en su pueblo natal.


Sirva este comentario cebolletil para rendir un pequeño homenaje a este trabajador de la cultura.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

UN COCIDO CON SORPRESA


Cristina y Vicente tienen un pequeño restaurante en el pueblo donde vivo. Hace unos once años que se decidieron a abrir su negocio y,  por ahora, no se quejan demasiado,  aunque,  en los dos últimos años, han sentido la tenaza agobiante de la crisis.

Uno de sus servicios esenciales es ofrecer,  a un precio sensato,  un menú diario.  La mayor parte de los clientes son, entre semana, trabajadores de la construcción.  Digo son,  y tendría que decir eran,  porque en este pueblo, como en otros muchos,  el desparrame inmobiliario se acabó y,  por consiguiente,  la creación de puestos de trabajo ha dado paso al desempleo y a la falta de clientes.

El caso es que los miércoles toca cocido y hoy es miércoles.  Así que para celebrar que este año no acabaré siendo millonario porque no me ha tocado la lotería,  me he acercado hasta su restaurante para comer una buena sopa y después los correspondientes garbanzos con sus aditamentos. No se le da mal a Vicente la cocina y el cocido está bastante bien, aunque en el de hoy no había gallina.  Será por la crisis.

Como cualquier persona medianamente civilizada me gusta acompañar la comida con vino.  Evidentemente no puedo permitirme el lujo de pedir cada día un caldo  de cierta prestancia,  que suelo elegir entre un Rioja o un Ribera aunque,  si estoy en una zona determinada de nuestro excelso país, me puedo inclinar por un vino del territorio en cuestión. 

No hago ascos a los caldos hispanos salvo muy raras excepciones (que omitiré),  aunque también caen de vez en cuando franceses y lusitanos.

Sin embargo,  en ocasiones como las de hoy, me decanto (y nunca mejor dicho) por el vino del menú, siempre y cuando sea medianamente aceptable y no un brebaje que supere lo tolerable incluso para un paladar no muy exigente. Prefiero pagar un poco más a estropear la comida. 

La sorpresa ha llegado cuando Vicente me ha traído la botella del tintorro en cuestión y he visto la etiqueta: Marqués del Tirón.  Por Júpiter que me ha llamado la atención el nombre. Un marqués que se dedica a dar tirones acuciado por las deudas, o un marqués con mucho tirón;  algo, en todo caso, extraordinario.

Pero, no han acabado ahí mis sorpresas, pues al seguir leyendo, como tengo por costumbre, los datos sobre el vino en cuestión, destinado a acompañarme durante la comida, he visto que es de Coles (Ourense), la zona de nuestra amiga María Jesús. Curiosa coincidencia o,  ¿es acaso una señal que habrá que interpretar? Emocionante otrosí.

¿Quizás sea entonces que un marques decepcionado y anónimo se tiró al pozo de la foto de los relatos,  despechado por no haber logrado enamorar a nuestra amiga?  Y de ahí lo del tirón. Quién sabe.

Rápidamente he escanciado un poco de ese tinto, de color más bien claro, pues se trata de un sencillo vino de mesa joven y, bueno, se ha dejado beber. Y la primera copa ha su salud (de nuestra amiga) ha sido dedicada.

Después he comprobado que en aquella tierra de Coles hay varias bodegas que se dedican a la venta de todo tipo de vinos, entre ellos el ya famoso Mencia que de vez en cuando me suministran mis parientes (consortes) galaicos,  junto con queso de Chantada,  empanada,  chorizos y pimientos de Herbón para alimentar a un regimiento y,  por supuesto,  todo casero.

En fin,  que el vino de Coles ha llegado a este pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid. Que sea para bien y para disfrute del personal. Ya me encargaré de ello.

Aprovecho la ocasión para desearos a todas y todos unas felices fiestas:
Bones festes, Zorionak. Boas Festas.


sábado, 16 de octubre de 2010

CIEN AÑOS DE INÉS ROSALES

Quién le iba a decir a Inés Rosales Cabello que su iniciativa de elaborar tortas de aceite en Castilleja de la Cuesta iba a trascender en el tiempo hasta alcanzar el centenario que se cumple precisamente este año. Y, no sólo eso, sino las propias fronteras de su Andalucía natal.

La torta de aceite es un producto muy típico de Andalucía pero, posiblemente, las de Inés Rosales son las más conocidas. No en vano se habla de ellas como las “legítimas y acreditadas” sin que nadie ponga en duda tal afirmación.

Y es que el uso del aceite de oliva virgen tiene difícil sustitución. No sólo para las tortas evidentemente, sin para cualquier otro plato que necesite el “zumo” de la aceituna como parte de su elaboración.

Así que hoy que es sábado, y siguiendo el ejemplo de nuestra docta Maria Jesús, he desayunado con cierta calma, ya que el resto de la semana no puedo, y he disfrutado, con moderación, las tortas de aceite de Inés Rosales.

Pero, ¿Quién fue Inés Rosales? La verdad es que no se sabe demasiado dee ella pero a mí me produce relativa sorpresa que una mujer -andaluza- que nació en un pueblo del Aljarafe tuviera tal visión de futuro como para que su idea de hacer tortas de aceite haya alcanzado tal relevancia

Esto demuestra -una vez más- la gran cantidad de tópicos que sobre las mujeres y sobre esa comunidad se han acumulado a lo largo de los años. Aún así habrá quienes sigan pensando que allí no hay iniciativas.

Parece que la madre de una de las primeras trabajadoras de la fábrica, que era un simple horno de una panadería, le prestó 25 pesetas (un fortuna entonces) para poder iniciar el negocio en el año 1915.

Las primeras tortas, y este dato si es fidedigno se vendieron en un cruce de caminos y en una estación de tren hoy desaparecida. La propia Inés acudía con un canasto lleno de ellas, hechas a mano y una a una, para venderlas, relatan las crónicas.

Del horno inicial se pasó a otro más grande y de ahí a tener que hacer las tornas en tres, ya que la demanda era importante fuera incluso de Sevilla. Del transporte rural al tren y de ahí a los camiones y al éxito.

Pero, como tantas veces en lsa vida, Inés Rosales no tuvo mucho tiempo para disfrutas de su éxito porque con 42 años falleció en 1934.

La empresa ya sólo quizá conserva el nombre de quien fuera su fundadora y posiblemente han entrado otros tipos de gestión y la automatización. Pero, lo que si aseguro con certeza, es que las tortas son riquísimas.
 
Aunque en la foto no se aprecia, el teléfono que anuncia es el 30 porque el papel del envoltorio reproduce el original, cuando la fá brica estaba en la calle Real 102.

miércoles, 6 de octubre de 2010

LA RADIO DE DOÑA AMELIA





A pesar de que su hijo había insistido en varias ocasiones, doña Amelia siempre se había resistido a marcharse de su casa y trasladarse a vivir a la capital. Estaba convencida de que para ella sería un auténtico calvario tener que soportar los ruidos, la proximidad excesiva de los vecinos y el cambio necesario de costumbres que esto implicaría.

No, decididamente, era mucho mejor la casa solariega rodeada de recuerdos, algunos buenos y otros no tantos, pero recuerdos al fin y sólo suyos en todo caso.

Se arreglaba perfectamente con la ayuda de Mereces, la chica que dos o tres veces a la semana acudía a hacer alguna tareas que ella, ya por la edad, no podía hacer. La pulcritud y la limpieza era todavía una de sus virtudes, según ella, y de sus manías según su hijo.

Sin embargo, la soledad, era a veces una losa pesada que se hacía insorpotable. Los pensamientos, no siempre agradables, acudían entonces a su mente y angustiaban sus horas, con malos presagios.

Entonces era el mometo de encender la radio. La compañera de años y años.

Aquella tarde se había quedado traspuesta después de comer y de despedir a Mercedes que se había retrasado más de lo normal en la limpieza de los platos y vasos de la comida y casi se había marchado a la seis.


Doña Amelia escuchaba en el sopor y rutinariamente, las noticias o el parte, como seguía diciendo ella, acostumbrada a esa palabra, tantas veces oída durante la guerra civil y algunos años después.

La vieja radio seguía funcionando milagrosamente, aunque para ella era indiferente si podía sintonizar otras emisoras, porque siempre escuchaba Radio Nacional.

Sin embrego, pese a la somnolencia, no pudo evitar un sobresalto cuando oyó decir entre las noticias locales, que eran las últimas, que se había producido un suceso extraño en una aldea no muy lejana al pueblo donde ella vivía y que había un detenido sospechoso de la posible desaparición de una persona muy conocida en Galicia.

Recordó que su hijo le había comentado el día anterior que pensaba invertir parte del dinero que había ganado ese año en la compra de un pazo. Era una operación inmejorable y además, gastar el dinero en “ladrillo” era lo mejor que se podía hacer en ese momento.

Para ello tenía que visitar al dueño y ponerse de acuerdo en el precio. Si, recordaba perfectamente que ese era el nombre de la aldea, no había duda posible sobre ese punto.

Se quedó conmocionada porque no había oído toda la información completa y no sabía con exactitud que es lo que había pasado, ni tampoco quien era ese detenido.

No sabía qué hacer. No quería llamar a nadie porque no deseaba causar una alarma innecesaria a otros parientes y sobre todo, había que tener en cuenta que se podría tratar de cualquier otra cosa que no tuviera nada que ver con él.

Pese a que esa aldea no era muy grande era imposible que su hijo estuviera detenido por la desaparición de persona alguna.

Fueron no más de 30 minutos de inquietud porque, pasado ese tiempo, sonó el teléfono y escuchó la voz de su hijo que, como casi todas la tardes, salvo que tuviera algo especial que hacer, llamaba para saber qué tal estaba su madre.

Ella, un poco azorada, pero entre risas, le contó lo sucedido y su hijo le dijo que no era es día el que había quedado, sino al siguiente.

Doña Amelia, medio dormida, creyó haber escuchado en su vieja radio un suceso para el que aún faltaban algunas horas. Pero, eso, ella aún no lo sabía.

lunes, 4 de octubre de 2010




En Castilla La Mancha, como en el resto de comunidades, no se pueden hacer barbacoas al aire libre entre el uno de junio y el primero de octubre. Fue precisamente el terrible incendio que sufrió esta zona, que se llevó además 11 vidas por delante, la que propició la toma de esta medida que, en realidad, debería atenerse un poco más a otras condiciones que a la de las fechas. Pero en fin...



El caso es que hay que esperar como agua de mayo a que llegue el uno de octubre para poder disfrutar del rito del encendido de la leña, el carbón y de toda la parafernalia que lleva aparejada la preparación de chorizos, pancetas, morcillas y demás viandas que hay que preparar al gusto del consumidor.




De alguna forma es como un comienzo de curso, en el que vas conociendo a los nuevos alumnos.


El caso es que el sábado pasado pude inaugurar la primera parrillada del otoño, con buen tiempo, mejor ánimo y con resultados bastante aceptables, según comentarios de los asistentes y comensales.

Eso sí, acabé bastante cansado, porque el corte de la leña, no fue tarea sencilla, y mis riñones ya no están para muchos trotes. Menos mal que las reservas de madera durarán algún tiempo porque de otra forma no se yo como acabaría la cosa.

No falto un buen vino con el que regar la abundante comida, acompañada de salmorejo, para darle un toque andaluz que me encanta y pan de aldea que para esta ocasión es de lo mejor.

Me acordé, y mucho, de nuestra amiga Maria Jesús, que también sabe gozar de los placeres de la gastronomía como nos demuestra de vez en cuando en su blog con las estupendas fotos que nos presenta con exquisiteces varias.



Bueno, pues a ella le dedico esta entradilla, con la mejor de las intenciones y para que cunda el ejemplo culinario.

lunes, 20 de septiembre de 2010

CONCIERTO EN PEÑÍSCOLA

Mis vacaciones, que ya tocan a su fin, tienen un rito iniciático en la visita que hago cada año a mi amigo Jaume Cordelier en su retiro, o exilio, como él prefiere decir, de Peñíscola, donde vive hace ya unos cuantos años dedicado a la tarea ingente de escribir la biografía “definitiva” de Benedicto XIII, el famoso Papa Luna. Trabajo que, tanto él como yo, sabemos que no llevará a cabo, no por falta de talento, por cierto.

Cordelier es un personaje muy curioso, al que muchos considerarán más bien algo extravagante. De una familia originaria de Aviñón, por parte de su padre, y del País Valenciano por el de su madre, estuvo durante años dedicado a la docencia con un entusiasmo admirable.

Sin embargo, un mal día (para la enseñanza) me comentó que estaba harto de tener que pelear con alumnos a los que la historia no les importaba en absoluto y, lo que según él es peor, con padres a los que tampoco les importaba que a sus hijos nos les interesara. Pidió la cuenta y se marchó a Peñíscola.

Desde entonces, evidentemente, nos vemos muy poco. Se niega rotundamente a venir a Madrid y sólo se mueve por el entorno cercano a su residencia, ya que, además al usar siempre en transporte público su radio de acción se ve algo limitado. Hace tiempo que prescindió del automóvil y de otras cosas que causarían asombro.

Este año mi visita a sido especialmente productiva porque, además del ritual de la fideuá en el restaurante que regenta su amigo el Sr. Paco, un oscense poco hablador pero entrañable, que nos deleita además con un buena ración de jamón de Teruel, pá amb tomaca y all i oli, regado todo ello con un vino claro de Requena, he tenido la oportunidad de acompañarlo un concierto de cámara que se celebró en Peñíscola, justo el día de mi llegada, a cargo de la Filarmónica de Cámara de Colonia y al que Jaume tenía especial interés en asistir.

La verdad es que entre el silencioso ambiente nocturno, en lo más elevado del castillo del Papa Luna, donde la perspectiva de la ciudad, aunque bastante estropeada por algunos edificios que Cordelier demolería sin más, es aún sugestiva, algo erótica y mágica, y el buen hacer de la orquesta, en la que destacó la violinista rusa Natalia Sergeeva, he de reconocer que la noche se me hizo muy corta pese a las dos horas de audición.

Sin embargo, me queda un punto de de duda, sobre mi amigo. Sé que ha elegido la soledad, casi el recogimiento monacal, como modo de vida. Pero no sé esta forma es fruto de una decisión meditada o producto del desasosiego que percibo.

Profundamente escéptico, de tal forma que, comparado con él, soy un optimista irredento, Jaume tiene una visión de la vida abrumadora. Me da la impresión de que cree en muy poco o más aún, en nada. Al menos, eso deduje después de la larga tertulia que mantuve con él tras el concierto, donde Vivaldi nos transmutó, lo mismo que Mozart y Pachelbel. Muy pocas cosas ya le emocionan, aunque afortunadamente la música y la vida de Benedicto XIII, sean algunas de ellas, al igual que una buena jornada gastronómica. Algo es algo...

A muchos les parecerá un comienzo de vacaciones algo sombrío pero, en absoluto es así. Mi visita a Jaume es enriquecedora porque, incluso dentro de su fondo de decepción y pesimismo, es una persona que tiene un gran vitalidad que sabe transmitir a la más mínima oportunidad.














viernes, 3 de septiembre de 2010

EL PERIODISTA NOVATO



Se sentó frente a la vieja máquina de escribir consciente de que era un simple novato y, encima, estaba allí por suerte, por recomendación, por enchufe. los compañeros le miraban con cierto desprecio, no exento de recelo, por si pudiera ser un topo del redactor jefe que era quien le había “colocado”.

Sólo llevaba una semana y le habían encargado escribir sobre un asunto menor o,  al menos, eso le parecía a él, que había acabado la carrera el año anterior en Santiago y estaba dispuesto a comerse el mundo.


  • Pronto demostraré que no soy tan novato y que el puesto que ocupo no es inmerecido y me servirá para llegar más lejos, pensaba Arturo, mientras procuraba ordenar las ideas sobre el asunto del que tenía que ocuparse.

Era un caso algo extraño: la desaparición de un importante personaje de la región justo cuando se iba a deshacer de la vieja finca familiar. Había quedado con un comprador y,  aunque se suponía que había llegado a su destino, jamás se había vuelto a saber nada de él.
El que iba comprar el pazo, un nuevo rico que se había embolsado millones de euros con la especulación inmobiliaria, relató a la policía que había llegado a la cita más tarde de lo pactado porque se había perdido y que, finalmente, sólo encontró el todo terreno de José Damián Quintana Veiga  con las llaves puestas, pero,  a nadie más.

La policía lo tuvo algún tiempo retenido como posible autor de la muerte de Quintana, pero al no encontrar el cuerpo, ni pruebas contundentes, lo tuvieron que dejar libre. Pese a eso seguía siendo un sospechoso y no podía salir del país.

Arturo, a quien su apellido -Feijóo- abría casi todas las puertas, había logrado lo que muchos de sus colegas habían intentado desde hacía meses sin éxito, lo que  les había llevado a abandonar un poco el caso del gallego desparecido, como ya se conocía este extraño asunto en casi toda España.

Fernando García Pita, era el inspector encargado de las pesquisas sobre la supuesta desaparición y estaba absolutamente desconcertado. No había cuerpo, ni testigos, ni nada. Quintana se había esfumado. Pensó en un asunto de drogas o en un secuestro, pero nada.

En sus charlas con Arturo, le dijo que había examinado con detenimiento toda la zona, incluido el pozo al que pudo ser arrojado que, aparentemente, llevaba muchos años sin abrirse porque la tapa estaba firmemente colocada y hubiera sido complicado para una sola persona poder moverla. De hecho hicieron falta tres agentes para poder retirarla. Nada por ese lado, según la policía.

Arturo comenzó a escribir. Él que estaba acostumbrado a los mejores teclados de los ordenadores más avanzados, se sentía profundamente despistado ante aquella reliquia de los viejos tiempos del periodismo. Pero, era lo que había. 

Estaba convencido de que su jefe inmediato le había asignado ese artículo para fastidiarle, y encima escribirlo en una máquina porque los ordenadores eran pocos y estaban ocupados por otros compañeros.

Sin embargo, sintió que las palabras salían con más facilidad de lo que pensó inicialmente e, incluso, el ruido de la máquina le pareció agradable, rítmico, con un cierto sonido melodioso en cada línea que escribía y cada vez que hacía girar al carro. Un son peculiar y conocido.

Recordó que en casa de su padre había una igual, o muy parecida, donde èste, quien le había animado a estudiar periodismo, había escrito varias cosas, entre las que estaban algunos discursos para los mandatarios del régimen en Galícia.

- ¿Qué habrá sido de aquella underwood? Seguramente -pensó- su madre, miedosa, la vendería o la escondería al llegar la democracia. Estaba convencida de que la más mínima prueba de colaboración con el franquismo les llevaría a la cárcel sin remisión. ¡Qué disparate, pensar que la underwood sería un compromiso!

Escribió, todo lo deprisa que sus dedos le permitieron y antes del cierre de la edición ya pudo presentar a su jefe de sección el artículo sobre la desaparición de Quintana.

Luis Veiga Sanz, su inmediato superior lo leyó y dio el visto bueno, al tiempo que miró las hojas con cierto asombro y le preguntó ¿dónde había escrito aquellos cinco folios?

Arturo contestó que en la máquina de escribir que estaba en una mesita de la redacción, junto a la salida.

Veiga, perpelejo, dijo que eso era imposible porque esa máquina llevaba años sin usarse y no tenía ni siquiera la cinta correspondiente, que no podría haber escrito allí. Añadió que había pertenecido a un preboste del régimen anterior y que allí incluso se escribió algún discurso de Franco.

Arturo se quedó blanco como la cal...y no supo que decir.

miércoles, 25 de agosto de 2010

HISTORIA DE UNA ZENIT




La llegada de nuevos productos, con tecnología mucho más avanzada, ha enviado en muchos casos en baúl de los recuerdos, a viejos aparatos que durante años cumplieron su papel. Ha sido frecuente en cámaras de fotos, donde las analógicas han perdido casi todo el terreno frente a las digitales o, también, en los discos de audio, donde los CDs han mandado al olvido a los discos de vinilo.

Sólo algunos nostálgicos se resisten aún hoy a emplear las nuevas máquinas mucho más “científicas” y, por lo que parece, más sencillas de usar, al menos, aparentemente.

Mi Zenit 122


Pero ocurre que, a veces, tras años de ser arrinconados, los viejos productos reviven, no se resignan a ser, en el mejor de los casos, piezas de museo o reliquias para coleccionistas y partidarios del “vintage”.

Comento esto porque he tenido un reencuentro agradable con una vieja compañera. Mi querida cámara Zenit 122 que es una verdadera pieza de museo.

Fue la primera cámara que tuve verdaderamente buena. La primera de sistema reflex.. Y no tiene mucho secreto que me decidiera por esa marca fabricada la URSS. Su precio era mucho más asequible, para mi sueldo de entonces, que el de las equivalentes japonesas que venían a costar más del doble. Así que ahorré un poquito y me compré mi Zenit por 12.000 pesetas, es decir unos 65 euros. Curiosamente hoy es complicado encontrarlas más baratas, incluso si están muy usadas.

A partir de ese momento memorable se convirtió en una camarada (no tiene nada que ver con su origen soviético) inseparable y conmigo fue a París, Londres, Florencia, la mayor parte de Francia y Alemania y, en definitiva, un montón de sitios entre los que estuvieron muchos de España.

Poco a poco fueron llegando complementos: un gran angular, un teleobjetivo, etc. Me dedique a hacer fotos con verdadero entusiasmo. Cientos de fotos, en cientos de ocasiones.

Sin embargo, recuerdo con especial cariño, mi visita a la URSS, donde mi cámara causó verdadera sensación.

Resulta que para los ciudadanos de la URSS ver a un turista occidental equipado con una cámara fabricada en su país era un verdadero acontecimiento. La mayoría de los que visitaban entonces la Unión Soviética (en 1981), eran todavía fundamentalmente estadounidenses, japoneses y alemanes. Muy raro era ver a o españoles, aunque en esa época ya se podía viajar una vez por semana a Moscú en un vuelo de Aeroflot que salía de Madrid a las 10 de la mañana y llegaba seis horas después, tras una escala en Berlín Este de una hora.

El caso es que esos turistas, evidentemente con mucho mejor nivel de vida que el del español medio ( o sea como ahora), si llevaban estupendas cámaras Nikon, Yashica o Canon que los rusos no podían comprar bajo concepto alguno, salvo que viajaran fuera de su país o tuvieran la suerte de que algún extranjero “generoso” se la regalase, algo que no era frecuente salvo para el caso de los funcionarios del Estado a quienes convenía tener contentos.

Así que, efectivamente, ver a todo un visitante del mundo capitalista con semejante artilugio sacando fotos del Kremlin era cuando menos motivo de comentario. Además, incluso dentro de la URSS, el precio de esa cámara resultaba menos asequible que en España. Es decir, tampoco para los soviéticos era coser y cantar hacerse con una Zenit.

Verdaderamente causó asombro y, más de una vez, fui interpelado en mitad de la calle, por algún ciudadano del paraíso comunista, sobre mi extravagante idea de comprar un producto soviético, pudiendo adquirir uno japonés.

Evidentemente con semejante opinión de si mismos, no es de extrañar que al cabo de unos años, cuando su régimen, corrupto, ineficaz y cualquier cosa menos socialista, fuera barrido de un plumazo nadie moviera un dedo no ya por salvarlo, sino por mejorarlo.

Si embargo, mi vieja Zenit funciona perfectamente, logro todavía hacer unas fotos bastante aceptables, pese a que no soy un fotógrafo experimentado, y a buen seguro que en estas vacaciones que ahora empiezo, me ha de dar todavía grandes alegrías.




viernes, 6 de agosto de 2010

CONCURSO DE PARADELA

EL

Acababa de despedir a las últimas amigas que habían ido a felicitarla por su 17 cumpleaños cuando su madre le entregó un sobre de color azul. Aunque no tenía remitente, sabía perfectamente que era de él. Había estado esperando todo el día la llegada de esa carta. No había fallado ni un sólo año, cada 22 de junio.

Salió de la casa y se dirigió directamente hacia el pozo. Se sentó recostada sobre los ladrillos húmedos para leer con más tranquilidad. Para empaparse de cada frase.

Querida Teresa espero que estés bien. No me olvido de tu cumpleaños, y aunque no sé si la carta llegará a tiempo quiero enviarte un cariñosa felicitación

Lamentablemente este verano no podré ir a la casa de mi abuela. Mis padres quieren que vaya a estudiar fuera, a un colegio en Inglaterra...

No siguió leyendo, no era necesario. Él decía lo que durante tiempo había temido pero se negaba a aceptar. Lo que la torturaba cada día, el temor a perderlo.

Durante algún tiempo no sintió nada. Se quedó inmóvil junto al pozo. Pero, después de unos instantes, notó que un frío extraño y glacial le recorría el cuerpo, una sensación de desasosiego se apoderó de ella poco a poco. Sintió miedo de sí misma.

Entre tanto, su mente se trasladó a otro tiempo, a otro lugar, pero sin poder evitar la presencia de aquel pozo. Junto a él estaban los mejores recuerdos de su vida y ahora tenía que enterrarlos.

Se acordó del primer beso de él, las primeras caricias, las primeras promesas. Habían pasado nada menos que doce años desde que lo vio por primera vez. Ahora era el final. Muchas veces había imaginado este momento, sola, sentada en el pozo, esperando de él una respuesta que no quería escuchar..

La primera vez él llevaba todavía pantalón corto y el pelo rubio casi al rape y se aburría. No dejaba de preguntar por todo: cómo era la vida allí, en el pazo, durante el invierno, cuando él no estaba.

Todo le interesaba, hasta el más mínimo detalle. Las horas pasaban rápidas y nunca encontraba tiempo para volver al viejo caserón donde la seriedad y, sobre todo, la soledad más absoluta le esperaban. Ella lo sabía.

Durante todos esos años el había sido la esperanza. La posibilidad de otra vida; no sabía si mejor pero si, al menos, distinta. Una vida alejada de aquel pozo donde tenía que ir cada mañana a recoger agua, aquel pozo donde veía como su cara iba cambiando cada año, mientras que su existencia se quedaba estancada.

Cada verano era igual y a la vez distinto. Solo el pozo permanecía silencioso, expectante.

Casi era de noche cuando oyó la voz de su madre que la llamaba para cenar. Se levantó lentamente y maquinalmente tiró la carta al pozo. Era la despedida.

Desde aquella tarde Teresa desapareció, nunca más se supo de ella y, en realidad, a nadie le interesó entonces saber más.

Durante muchos años no hubo más cumpleaños, ni más cartas.

Pero el pozo, que siempre había sido un testigo mudo, no olvidó la promesa y su tapa sólo quedó cerrada cuando él la cumplió.















domingo, 25 de julio de 2010

TERESA






No era un buen día. La nubes formadas desde primera hora de la mañana habían descargado abundante lluvia a lo largo del día. El camino estaba en muy malas condiciones, con charcos y barro que dificultaban avanzar incluso a su coche. La visibilidad era escasa.



José Damián se bajó de su todo terreno y con la mirada buscó instintivamente el pozo que había en el jardín de la casa de su abuela. Tenía para él un significado muy especial, recuerdos exclusivos que con nadie había compartido. Era una parte de su vida que sólo conoció Teresa.



Pese a la fuerte lluvia, lo localizó pronto, aunque ya no se parecía en nada al que tantos años atrás fue compañero de sus sueños, de sus esperanzas y sentimientos, en los veranos que pasaba en el pazo de su abuela Amalia, la madre de su padre. Una mujer estricta y sensata que lo advertía siempre del peligro de asomarse al pozo.


Ahora, muerta su abuela y también sus padres, como heredero único del gran caserón, había decidido venderlo y, precisamente hoy,  esperaba al posible comprador para tratar de cerrar una operación que le iba a dejar una buena cantidad de cientos de miles de euros. Demasiado para él y muy poco para borrar los sentimientos.


José Damián Quintana Veiga era lo que se suele decir un triunfador; tenía casi todo lo que se puede desear o. por lo menos, era eso lo que pensaban quienes le conocían con un poco más de cercanía, que no eran demasiadas personas.


Su padre fue dueño de un astillero, no demasiado grande pero si muy rentable, en El Ferrol. Su madre estaba vinculada a la industria conservera. Él era el único hijo y heredero de toda la fortuna que se había ido amasando a lo largo de los años.


Sin embargo, no era una persona feliz. Desde siempre, solo, dedicado por competo a triunfar en la vida, se había olvidado por completo de todas las personas que pudieron significar algo en su vida. Eso lo sabía muy bien Teresa.


Ahora después de casi treinta años volvía al pazo para deshacerse de él y no pudo evitar recordarla. Era la hija de Maruja, la empleada de doña Amalia y vivía con su madre en una casita adosada al pazo.


Cuando José Damián la conoció tendría unos cinco años y pronto se hicieron amigos. Para la familia de él era un a forma de buscarle una distracción que les permitiera no tener que ocuparse todo el día del niño. Para la pequeña era una novedad poder hablar con alguien que no fuera de la aldea y además rico. Junto al pozo fue su primer encuentro.


Los veranos pasaron y siguieron viéndose al en ese lugar mágico. Les agradaba ver sus caras reflejadas en el agua y contarse historias sobre apariciones y fantasmas. También de lo que haría cada uno cuando fueran más mayores. Las horas pasaban volando, los veranos también.


Sonó el teléfono de José Damián. Era el comprador para decir que estaba perdido y que tardaría un poco más en llegar, pero que lo esperase que no tardaría mucho más tiempo. José Damián le contestó que no se preocupara que allí estaría. Entretanto había dejado de llover.


Se acercó al pozo. Lo vio cubierto de maleza, tapado y bastante abandonado. De nuevo volvieron los recuerdos y rememoró, cando ya adolescente, le prometió a Teresa que estaría siempre con ella, que no la dejaría jamás.

Pero, una día Teresa se marchó y no se supo nada más de su paradero. Sencillamente desapareció de su vida.


José Damián abrió la tapa del pazo para ver si había agua y su cara se reflejaba todavía en ella. Pero lo que vio fue la cara de Teresa, la misma cara que casi veinte años atrás, vio cuando le prometió amarla eternamente.


Casi sin tiempo para darse cuenta, una fuerza surgida del fondo arrastró a José Damián. Ahora podría cumplir su promesa y estar con Teresa para toda la eternidad en lo más profundo del pozo. La tapa se cerró…

sábado, 17 de julio de 2010

GOLDENBERG


Goldenberg (montaña dorada) es un apellido muy frecuente entre los alemanes de origen judío o, si se quiere, entre los judíos de origen germano. Algo así como los Rodríguez en España o los Dupont en Francia. Es más, si mi información no es mala, el apellido en cuestión se presta a comentarios divertidos como pasa con los Rodríguez y Dupont, ya que se los considera los representantes típicos del pueblo judío, español o francés respectivamente y sea esto dicho sin ánimo de ofensa.

El caso es que un tal Samuel Goldenberg protagoniza uno de los pasajes de “cuadros de una exposición” del ruso Modesto Petróvich Mussorgski, quien inicialmente compuso esta obra para piano pero que, después  orquestó genialmente el francés Mauricio Ravel, hasta el extremo de que es más conocida la versión para orquesta que la original.

El Goldenberg de Cuadros, es un judío rico que mantiene una conversación con otro judío, más bien pobre, y que acaba al final por imponerse, aunque el cuadro, no nos explica si por su riqueza o por su talento a la hora de convencer.

La parte que representa a Samuel Goldenberg es una música, muy profunda, como la de un tenor eslavo, muy seria y que, ciertamente impresiona, mientras que la de Schmuyle, el judío menos afortunado, es más liviana, algo infantil y nada seria, alegría total y juego.

Bien, supongo que a estas alturas, más de alguno habrá pensado a qué demonios viene todo esto, que es de sobra conocido y en realidad, salvo para los que quieren profundizar en esa obra, carece de más importancia.

Pues verán. resulta que una seguidora de este blog tiene la “mala suerte” de llamarse Myriam Goldenberg y, acaba de ser, como ella misma nos ha hecho saber, abuela. Desde aquí la felicito efusivamente.

Pero ¿qué relación tiene esta notricia con la música de Mussorgski? Pues, a parte de la coincidencia del apellido, hay una relación musical, muy libérrima por mi parte, claro está. Y espero que sea así entendido.

Me imagino a la abuela Goldenberg, no por rica, sino por juiciosa, tratando dentro de poco de llevar a sus nietas (son gemelas) la seriedad y el rigor intelectual que ella misma acredita. No hay que olvidar que se trata de una doctora bastante laureada. Así pues, la seriedad de la música de Samuel, encajaría perfectamente con la figura de nuestra amiga Myriam. Repito que es una interpretación muy personal.

Y las nietas escurridizas y más interesadas en los juegos, y por ahora poco atentas al discurso cívico de su abuela, estarían magníficamente representadas por las notas alegres de Schmuyle. Al final, con el tiempo, la seriedad de Goldenberg se impondrá, pero no por la fuerza, sino por la seducción de sus argumentos.

En fin , sirva esta pequeña disquisición, para dos cosas: la primera para reiterar mi simpatía a Myriam una de las primeras seguidoras de este blog, persona de unos valores que comparto y admiro y, en segundo lugar, quiere ser un pequeño homenaje a tantos y tantas hombres y mujeres de Israel que, como ella, si tienen sentido del humor y apuestan indefectiblemente por la paz y la convivencia con todos los pueblos del mundo.

Y, finalmente, si tienen tempo y les apetece, escuchen las notas del Goldenberg de los cuadros pinchando en el enlace.

miércoles, 7 de julio de 2010

LA MUERTE EN VENENCIA Y MAHLER

                                    Gustav Mahler

La muerte en Venencia es una de las películas que más me ha gustado: excelente dirección de Visconti, magnífica interpretación de Bogarde y un banda sonora en la que destaca, sobre todo, el adagieto de la quinta sinfonía de Gustav Mahler.

Visconti se basa en el libro de Thomas Mann, del mismo título y que leí no mucho después de haber visto la película en cuestión.

No es mi intención hablar de esta película, sino de algunas situaciones curiosas que se produjeron a consecuencia de la misma y que afectaron a Mahler, de cuya muerte se celebra hoy el 150 aniversario, como consecuencia de la falta de conocimiento de la vida del gran compositor de Bohemia, una, y de la afición musical de cierto socialista de pro, la otra.

Resulta que Gustav Ashenbach, protagonista de la novela y, por consiguiente de la película había perdido a una hija en una ciscunstncias tristes, algo que también le pasó a Mahler. Ashenbach viaja a Venecia para distanciarse de su vida anteror y allí se enamora de Tadzio, un adolescente polaco, de lo que se infiere la homosexualidad del protagonista. Hasta aquí todo normal.

Pues bien, aquí ni cortos ni perezosos algunos lanzaron la idea de que en realidad Mann se había basado en la vida de Mahler para escribir su novela. Y nada más lejos de la realidad. Es verdad que Mahler perdió a una hija y que la relación con su mujer no fué gratificante, pero ahí acaba la similitud.

Evidentmente Mahler podría haber sido homosexual y no hubiera pasado nada en absoluto. Lo preocupante, por lo menos para mí, es la falta de rigor con la que en muchas ocasiones hablamos de las cuestiones que se ponen de moda. Todos opinamos de todo.

La película de Visconti puso de moda a Mahler, que pasó a ser una especie de incono de cierta “intelectualidad” y, mucho más desde que Alfonso Guerra, dijo que era su compositor favorito. A partir de ese momento todos a escuchar a Mahler.

Total, que no había día que el algún momento no saliera a relucir Mahler y su famoso adagieto de la quinta sinfonía. Se convirtió en una pieza de obligado conocimento y audición obligatoría si se quería estar en la modernidad y, sobre todo, a bien con el nuevo poder.

En fin la cosa llegó a tal extremo que el diario El País, le dedicó a la presencia del tal Alfonso Guerra, un artículo (1-9-83) firmado por Maruja Torres, en Santander con motivo de los veranos musicales de esa ciudad. ¡Increíble pero cierto!

Bueno, supongo que Mahler, si hubiera podido, se habría sentido muy halagado con la presencia de tan importante personaje que decía, según comentó la propia Maruja Torres, se derritía al oir el adagieto de la quinta.



Recordemos hay a Mahler, autor de algunas de las páginas más geniales de la música contemporánea entre las que, sin duda, su quinta sinfonía ocupa un lugar muy destacado.

Y, puestos a recomendar, hay dos, en mi modesta opinión, dos versiones que son muy buenas: la de la orquesta Concertgebow de Amsterdam, con la dirección de Bernard Haittink y otra de Daniel Baremboim con la sinfónica de Chicago.

sábado, 3 de julio de 2010

FRANCE J'T'AIME



Durante muchos años Francia fue para mí como una especie de segunda patria, o casi, en muchos aspectoS, incluso la primera, y no en el sentido estúpido del futbolerismo chabacano, sino como alternativa ética y social. Una especie de puerta de entrada a otro mundo que superaba a la entonces pacata España, oprimida hasta la saciedad por una dictadura que, si en lo político era terrible, en lo cultural era oprobiosa.

                                           Saint Jean Pied de port

A la más mínima oportunidad me escapaba a los sitios que entonces me permitían mis escasos recursos económicos: San Juan de Luz, San Juan de Pie de Puerto y otros pueblos pequeños de lo que se llama hoy Iparralde, o parte norte de Euskal Herría y que en Francia es el departamento de los Pirineos Atlánticos.
Recuerdo que, casi siempre, lo primero que solía hacer al pasar la frontera era comprar Libération, para poder conocer algunas noticias de España que no estuvieran contaminadas por el servilismo hacia el régimen. No siempre había noticias pero cuando aparecía algo era motivo de interés y casi siempre de regocijo por su mordacidad.
Me parecían aquellas escapadas, de dos o tres días, acceder a una tierra de promisión: cuidada, limpia, tranquila y, sobre todo, amable y libre. Estaba, además, deseando conocer a alguna chica francesa para que fuera mi novia, algo que, evidentemente, no logré. ¡Que cosas!
Me hacía fotos, alguna de las cuales aún conservo, en los sitios más absurdos, como en la puerta de una comisaria bajo la bandera tricolor, republicana y laica, por contraposición a la rojigualda franquista.
El caso es que Francia consiguió seducirme absolutamente y, muchos años después, ya con más posibilidades dinerarias, decidí recorrer el país de norte a sur y de este a oeste. Y me puse manos a la obra. Era un tributo a la tierra que me permitió respirar en tiempos difíciles.
Ya no fueron sólo los pequeños pueblos de los Pirineos. Mis pasos, o mejor mi coche, francés por supuesto, me llevaron a Las Landas, la Gironda, Poitou-Charentes, Normandía, Bretaña, Provenza, Borgoña, Alsacia... todos los departamentos los he recorrido con más o menos tiempo, con más o menos fortuna, pero con igual interés por conocer cómo es esa Francia que los parisienses llaman de forma muy pedante “provincias”.
Y así, fueron cayendo, Burdeos, Orleans, París, Lyon, Brest, Sant Malo, Rochefort, Le Mans, Angulema, Aviñón, Granoble, Niza, y otras muchas ciudades y pueblo. 
Y, a fuer de ser sincero, creo que la Francia rural y campesina, combativa pero sensata, culta y sosegada, algo católica pero firmemente republicana, es la verdadera Francia. 
Cinco años seguidos dediqué a ese menester, aprovechando vacaciones, puentes y todo el tiempo libre del que disponía. Sin duda ha merecido la pena porque, pese a que también me llevé grandes decepciones, he conocido gentes estupendas, solidarias y generosas. He visto paisajes arrebatadores, me he emocionado con los recuerdos en Normandía, con el amor en Provenza y he comido y bebido como los propios dioses.
Lo dejo aquí por hoy, pero ya contaré alguna cosa más.

miércoles, 23 de junio de 2010

LA INQUINA VATICANA


Me ha producido mucha más tristeza que indignación la reacción desaforada del Vaticano, a través de de su medio de comunicación -L'Osservatore Romano- que ha lanzado una agria e innecesaria diatriba contra el maestro lusitano.

Hubiera sido, por parte del diario de la jerarquía católica universal mucho mas prudente una sencilla nota informando de la muerte del escritor y nada más. Pero, ni siquiera en la muerte de José Saramago la cúpula vaticana ha demostrado la más mínima caridad. Esa que tanto exige a lo demás. El texto rebosa inquina, odio visceral; Todo un ejemplo de amor al prójimo.

Resulta penoso que el periódico no reconozca la valía literaria del premio Nobel y quiera desprestigiarle a causa de sus ideas. Vano y estúpido intento porque, aparte de que el citado diario no lo lee casi nadie, el resto tenemos la suficiente claridad de criterio para saber separar el grano de la paja.

Se puede coincidir en todo, en parte, o en poco con las posiciones políticas de nuestro autor. Se puede estar con él en su visión del mundo o se puede discrepar de algunas de sus afirmaciones. Eso es exactamente lo que nos enseña Saramago en cada una de sus obras. A pensar por nosotros mismos, a huir de los dogmas, de las verdades absolutas, a rechazar la aceptación borreguil de las ideas como si fueran un evangelio.

Y claro, cuál tendría que ser el mayor enemigo de la libertad de pensamiento: evidentemente el Vaticano y todos aquellos que como él, pretenden hacer de la religión un dogma inmutable por el que se debe regir la vida de todos los ciudadanos en todos sus aspectos público y privados.

Pero, aún así, produce una tremenda desolación que nadie se haya parado a pensar que por encima de las diferencias ideológicas, incluso por encima de la estimación literaria del autor, que también puede ser discutida, está el respeto a las personas. Eso es justo lo que quien ha escrito esa ignominia no ha tenido.

Estoy convencido de que el Vaticano, Ahmadineyad y los 100.000 judíos ortodoxos que se manifestaron contra la convivencia de los niños en las escuelas por motivos de pureza religiosa, quemarían encantados y en estrecha alianza los libros de Saramago. ¡Que tristeza!

lunes, 14 de junio de 2010

JAN DISMAS ZELENKA

Gracias al canal francés Mezzo, dedicado a la música en general, como bien se puede deducir de su nombre, se me ha dado la oportunidad de escuchar el Réquiem dedicado por el checo Jan Dismas Zelenka al elector Augusto II.

No es Zelenka un músico muy conocido y sólo a partir del siglo XX se han recuperado sus obras y se han interpretado. Afortunadamente, añadiría.

Además no se conservan retratos de su persona, aunque por lo menos sabemos que nació en octubre de 1679, en Lunowice ( Bohemia ) y murió en Dresde (Alemania) en 1745. Además la mayor parte de sus obras que se conservaban en Dresde, perecieron con los bombardeos aliados durante la SGM.

Ciertamente el Réquiem en cuestión está muy el la línea de la música de Juan Sebastian Bach, quien por cierto dijo de Zelenka que era un virtuoso. algo que posiblemente no sea casual ya que según dicen algunos expertos en el checo, se le consideró en su época un conservador música lo mismo que al genio de Leipzig. No sé exactamente qué se considerará ser un conservador música. Puedo suponer que se refiere a quien se atiene a los cánones de la época y no introduce novedades.

Escuchando la maravillosa obra de Zelenka, que insto a oír calurosamente, he pensado, mientras leía el “anticristo” que si no existiera el cristianismo tan denostado por Nietzsche, posiblemente jamás habríamos podido gozar de la maravillosa obra religiosa de Zelenka, Bach, Telemann, Händel y otros muchos, como Pergolesi o Mozart y Brahms. Nada de Pasión según san Mateo o stabat mater, o los Réquiem del propio Brahms o de Verdi, sin ir más lejos.

Me parece extraño que una persona que amaba tanto la música como este filosofo, hasta el extremo de decir que sin la música la vida sería un error, no cayera en la cuenta de que gracias al cristianismo se han hecho verdaderas obra maestras. Eso le tenemos que agradecer como poco. Eso y todos los cantos litúrgicos, tanto de oriente como de occidente.

Claro que la diatriba contra la religión cristiana va por otros caminos muy distintos y que nada tienen que ver con la música, sino más bien con la mentira, las castas y la aspiración del superhombre que impiden la religión. Pero es este otro tema.

En fin , uno que es mucho más modesto, se conforma con poder escuchar las maravillosas notas que salen del talento de estos compositores y no se preocupa, en lo que esto se refiere, si la inspiración es cristiana o pagana.

domingo, 6 de junio de 2010

ANNE MANSON LLEVA LA BATUTA



Ayer dediqué casi toda la tarde y buena parte de la noche a leer y escuchar música a través del canal clásico de TVE. Una tarde apacible y productiva que me ha servido para intentar eliminar alguna de las preocupaciones de la sombría semana pasada.

La mayor parte de las obras que escuché fueron de Ludwig Van Beethoven, aunque no sólo, porque también cayó una excelente versión del primer concierto para piano de Tchaikosky y “mi madre la oca” de Ravel.

Cuento todo esto porque hubo una novedad interesante, ya que. no es frecuente ver a una mujer dirigir una orquesta. No entiendo muy bien el motivo porque, en casi todas las demás especialidades, hay excelentes solistas en todas las orquestas del mundo. Da la sensación de que la dirección de orquesta está reservada a los varones.

El caso es que ayer si tuve la oportunidad de ver dirigir a una mujer a la Orquesta Sinfónica de RTVE que, con el solista Pedro León que, además, es el concertino de la misma, hicieron una muy buena versión del concierto de violín del “sordo genial” como diría Fernando Argenta.

Se trata de la canadiense Anne Manson, quien tuvo el honor de ser la primera mujer que dirigió en el Festival de Salzburgo (Austria) y que ha conducido (no me agrada esa palabra para la música) otras orquestas muy importantes como la Filarmónica de Viena, que es, en mi opinión, una de las mejores orquestas del mundo, junto a las de Berlín, Londres, Nueva York, Boston, Chicago y Leningrado (ahora San no se quien). Hay muchas más que son magníficas, pero estás son extraordinarias, para mí, claro.

En Salzburgo se enfrentó, junto a Claudio Abbado, uno de los grandes, nada menos que a dos operas verdaderamente difíciles como son la Casa de los Muertos, de Leos Janacek, basada en la obra del mismo titulo de F. Dostoievski, y con Boris Godunov de Mussorgski. Además ha grabado Lohengrin con la Deutsche Gramophon.

Su carrera se ha desarrollado prácticamente entre su país de origen y los Estados Unidos, donde ha sido también directora titular de varias agrupaciones, no entre las de primera línea, pero si algunas conocidas como la de Kansas City.

En España ha tenido varia intervenciones, con las orquesta de RTVE, la de Extremadura, Tenerife y creo, aunque esto no le he confirmado, que con la de Ciudad de Barcelona.

Me alegro de haber tenido la oportunidad de escuchar la versión de Manson y desde ahora la incluiré entre las profesionales a tener en cuenta.

Esperemos que Sebastian, nuestro violinista blogosférico, se anime y nos deleite algún día con un concierto en el que Anne Manson sea la directora. Aunque creo que ahora va a estar muy ocupado en otros menesteres “paternales”.

jueves, 3 de junio de 2010

ANIKA. LA HISTORIA DE UNA LUCHADORA

Hace ya bastantes años que existe un página web dedicada especialmente a la literatura que dirige, casi en solitario, con una buena cantidad de colaboradores y amigos, eso sí, una ciudadana cuyo esfuerzo jamás ha sido recompensado suficientemente.




Ahora, con la Feria del Libro de Madrid, que más bien me parece feria de la firma de libros de Madrid, quiero aprovechar para hacer un pequeño pero absolutamente merecido homenaje a esta mujer de La Eliana (Valencia) y de paso pedir ayuda.

Anika, que es como se llama es una luchadora, pese a todas las dificultades que supone en este país, intentar que la literatura se convierta en algo más que un negocio para las editoriales y para muchos que viven, con más o menos talento, de ella.

Era todavía una cría cuando empezó a hacer unas fichas con comentarios de los libros que leía, una idea que le sugirió su padre. Desde entonces no ha parado ni un sólo día, pese a que sus circunstancias con poco gratificantes, en un país dono pocas cosas funcionan sin dinero.

Por ese motivo me gustaría que visiteís su web (www.ciberanika.com), estoy seguro de que os va a gustar y si tenéis alguna posibilidad de ayudarla no lo dudéis. No sólo os la agradeceré yo, en su nombre, sino que estaremos haciendo algo por que la literatura no quede sólo en manos de las grandes editoriales.