sábado, 22 de octubre de 2011

COMO UN PÁJARO PERDIDO

                                                                 Foto: Txema


                                                 
Recorro hasta la extenuación



y la fatiga


el último rincón de mi cerebro.


Busco sin piedad y sin descanso


las palabras precisas y el verbo necesario.






Pero hoy me siento


como un pájaro perdido,


con la vista en un horizonte extraño,


sin saber el principio exacto


sin saber si acaba acaso.


Y, como él, temo alzar el vuelo.


y quedo preso por la angustia


en cualquier expuesta rama.






No llegan a mi mente las palabras,


se resisten, o nada significan.


Y la mano queda entonces quieta.






Por qué me cuesta tanto


Y me causa verdadero escalofrío


Decirte, amor sublime de mi vida,


Lo que para otros aparenta ser sencillo.


A ellos les basta decir…


te quiero.

viernes, 14 de octubre de 2011

LA DAMA LECTORA Y DOÑA JULIA


Foto: Txema

Al poco tiempo de estar sentado,  se percató de que en un banco cercano al suyo, a esacaso metros a su derecha y casi frente al sol, una dama sostenía sobre las rodillas un libro.  Le llamó la atención porque creyó observar que,  con el dedo índice de su mano izquierda,  marcaba los renglones para no perder de vista la línea de lectura.


Se fijó también en los pies, levemente fuera del calzado, sin duda para estar más cómoda y no distraerse de lo esencial (leer) y también se percató del contraste del blanco y el negro de su ropa y su pelo.  Erguida y digna, la dama, leía.


Ya sabemos que el viajero,  o al menos así lo intuimos,  es dado a los recuerdos. No es de extrañar que, entonces,  casi de forma inmediata,  retrocediera más de 50 años en su vida y trajera a su mente un nombre: ¡Doña Julia!


Como consecuencia de este retroceso en el tiempo, rememoró su primer colegio;  los techos muy altos,  las lámparas de él colgadas,  como una especie de gigantescos globos blancos, que alumbraban escasamente;  los pupitres de madera desgastada con asientos duros y móviles en curiosos 90 grados;  la pizarra enorme de color verdoso y el frío; el tremendo frío de las mañana mesetarias.


Doña Julia fue la primera maestra del viajero.


Esbozó un proyecto de sonrisa (habitual mueca en el viajero) al observar a la dama leer de aquella forma. ¿Qué pensaría doña Julia si estuviera allí?  Ella,  quien se afanaba tanto para que los niños, casi aún párvulos,  no colocaran el dedo índice sobre los renglones para que aprendieran a leer sin necesidad de esa ayuda adicional.


El viajero fue regañado alguna vez por este motivo por la propia doña Julia.


Pensemos que es muy posible que la dama tenga ya los años suficientes como para tener que ayudarse de alguna forma para no perder el hilo de la lectura. También puede ocurrir que su vista falle o, sencillamente, estuviera deslumbrada por el sol, pese a las gafas oscuras delante de sus ojos.  El viajero, comúnmente discreto, no indagó sobre esta cuestión.


Doña Julia entendería esas posibles circunstancias de la dama como entendió las de los niños.


El recuerdo de doña Julia le emocionó y se dio cuenta de la gran necesidad que hay de personas como ella para que los niños puedan llegar a ser observadores y viajeros.


El viajero tomó su libro,  lo abrió por la página por la que había abandonado la lectura al ver a la dama,  y prosiguió la misma con el índice marcando los renglones a la espera de que doña Julia viniera a recordarle cómo se debe leer.


martes, 11 de octubre de 2011

MEDITACIONES SOBRE EL OTOÑO

                                                  Foto: Txema
El viajero es consciente de que el otoño le produce cierta tristeza. Nos ha contado, ahora que lo conocemos un poco mejor, que lo que más le inquieta es la prematura falta de luz en los atardeceres.


Podemos descartar que tenga miedo a la oscuridad porque el viajero definitivamente no es un hombre asustadizo. Tiene a la falta de luz el mismo horror que los ciegos tienen a su ceguera. Sólo eso.


Ama la claridad y aprecia su valor frente a las tinieblas.


El viajero detuvo su paseo para contemplar los contrastes que la luz del sol provocaba en la vegetación, los juegos de luces de mil tonalidades que, mezclados con los sonidos del agua, producían en su mente un recuerdo especial: luz y sonido.


Se acordó de su juventud y se dio cuenta de que cada otoño también le recuerda que su vida declina; que cada año son menores los contrastes en su interior y que, a diferencia de la vegetación que podía ver ahora a su  alrededor,  él no rejuvenecía jamás. Sabe que cada otoño se apaga algo más la luz de su mente y se alejan los sonidos. Y tiene miedo.


El viajero se sintió un poco desolado y, sin volver la vista atrás, siguió su camino.

lunes, 10 de octubre de 2011

NOCHE DE LUNA LLENA

                                                                  Foto: Txema 

                                                         Noche de luna llena,


                                                         noche llena de ti,

                                                         de tus ojos negros,

                                                         de tus manos claras,
  
                                                        de tus palabras,

                                                        de tus silencios,

                                                       de tus recuerdos,

                                                      de tus olvidos,

                                                      de tus sies,

                                                     de tus noes,

                                                     de tu risa,

                                                     de tu llanto...

                                                    noche llena de ti,

                                                    noche de luna llena





martes, 4 de octubre de 2011

EL NOMBRE OCULTO

Hace algún tiempo,


cuando la tierra


Era solo una,


con la mar,


Y el silencio y las tinieblas


reinaban absolutas,



nació una estrella.


Y entonces,


fue el azul,

y fue el agua

y fue el fuego


y fue el aire y fue la vida,

y fue la luz y fue el amor.



Y esa estrella tiene

nombre de mujer,



Tu nombre, que conozco


pero no pronuncio,


y quiero oculto,

como un tesoro.





sábado, 1 de octubre de 2011

EL HOMBRE DEL ACORDEÓN

El viajero, de quién ya antes hemos conocido algo, divisó, mientras caminaba despacio, a unos pocos metros de él, a un hombre sentado en una pequeña silla y con un acordeón sobre las piernas. Se dio cuenta de que las personas que andaban por allí procuraban separarse lo más posible del hombre.

Cuando llegó a su altura, se detuvo y buscó instintivamente en su bolsillo algunas monedas para dárselas, porque el viajero es solidario, dentro de sus posibilidades, con las necesidades de otros.

Pero, el hombre del acordeón le detuvo con un gesto y le preguntó que por qué le daba esas monedas.

El viajero, algo sorprendido, contestó que había pensado que esas monedas le podrían ser de alguna utilidad.

El hombre contestó que, efectivamente, esas monedas le serían de gran utilidad pero que él estaba allí para tocar el acordeón y no para recibir limosnas y que si después de escucharlo, quería entregarle algunas monedas por su trabajo, lo podría hacer libremente.

El viajero se sentó en el suelo frente al hombre del acordeón y escuchó. Al acabar de tocar, el viajero se levantó y sin decir nada se fue.

Algunos días después, el viajero volvió a encontrar al hombre del acordeón en el mismo sitio y se dispuso a entregarle algunas monedas que el hombre del acordeón aceptó, al tiempo que le preguntó si quería escuchar alguna melodía.

Después de escuchada la interpretación, el viajero se levantó, se despidió del hombre del acordeón,  quien había comprendido que pedir no es siempre indigno y que la solidaridad no es lo mismo que la limosna.

El viajero, en adelante, siempre escuchará primero.


                                         Foto: Txema