jueves, 27 de agosto de 2009

VACACIONES

CERRADO POR VACACIONES. HASTA PRONTO

Gracias a todos.

martes, 25 de agosto de 2009

EPILOGO

Pues bien, la historia de Rafael por lo que a este blog se refiere, ha concluido.

Quiero agradeceros a todos los que habéis seguido este relato, con mayor o menor asiduidad, pero siempre con alguna frase amable, vuestra paciencia por soportar que se haya prolongado durante cuatro capítulos. Soy consciente de que ha sido un poco excesivo pero, lo contrario, hubiera sido de una lectura posiblemente insoportable por su extensión.

Matizar que conocí muy poco a mi abuelo. Que su figura adquirió para mí relevancia mucho después de su muerte, en una especie de recuperación de la memoria histórica íntima, que agrandó su persona hasta el extremo de recopilar, a través de los recuerdos de otros, una serie de datos, ya casi olvidados, sobre su vida. No ha sido sencillo, os lo aseguro.

Desde que inicié en serio este blog, hace ya algunas semanas, ha ido evolucionando de forma considerable y me ha servido para descubrir, en vosotras y en Troll, que últimamente está desaparecido lamentablemente, una calidad humana impresionante.


Con algunas, incluso he tenido la suerte de intercambiar alguna idea a través del correo, lo que ha contribuido a formarme una idea, quizá, más próxima a la realidad aunque, como bien apuntó Carmen con su habitual acierto y prudencia, citando a Pirandello, siempre construimos una idea falsa, no sólo de los demás, sino de nosotros mismos.

A quienes no ha participado, o a quien se ha incorporado recientemente, les doy las gracias de igual forma, aunque no haya podido disfrutar de sus opiniones que siempre serán bienvenidas, incluso, si son contrarias a las mías. El hecho de ser seguidores de este modesto blog ya me es suficiente.

Bien, queda sólo añadir alguna cosa más. Durante los próximos días este blog va a estar inactivo como consecuencia de mis “merecidas” vacaciones, aunque seguro que me parecerán cortas. Y después de este descanso, ya veremos que pasa.

El otoño se presenta para mí especialmente complicado, porque tengo pendientes decisiones importantes que afectarán muy en serio a mi vida laboral y a mi actividad política. Por tanto, no estoy en condiciones de asegurar cuándo se volverá a abrir “una forma de presentarse”, aunque desde luego, antes o después sucederá.

A nadie se os esconde que la situación de IU es muy delicada y estamos inmersos en pleno proceso de "refundación". El riesgo, si sale mal, es convertirse en una fuerza testimonial y creo que el esfuerzo por superar esta crisis tan aguda y seguir trabajando por los ciudadanos, merece la pena.

Por respeto a vosotros, y también a mí mismo, me parecería inadmisible escribir por escribir, para acabar degradando un blog con frivolidades. Quizá sea un presuntuoso, no lo niego, pero siempre he aplicado la norma de Tagore sobre el valor de los silencios. Que nadie vea en esto “una forma de despedirse”, porque no lo es.

Y no quiero terminar, sin enviar un mensaje a una persona que ha adquirido una especial importancia a lo largo de este tiempo. Como esa persona sabe que es así, no voy a citarla porque sé que es un poco tímida. Solo decir que está presente cada día en mi pensamiento y tiene un lugar en un rincón de mi corazón.

Un saludo a todos.

sábado, 22 de agosto de 2009




En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo: Franco. Burgos, 1º de abril de 1939."


El último parte de la guerra, escrito personalmente por el golpista Franco se escuchó con estremecimiento entre muchos ciudadanos madrileños. La casa donde vivían la mujer de Rafael y su hijo y su hija de 14 y 4 años respectivamente, no fue una excepción. A los pocos días iban a comprobar por sí mismos lo que significaba el final de la guerra para ellos.

Hasta ese momento, ellos tres habían vivido en un piso de la calle de Humilladero, en uno de los barios más clásicos de Madrid. La mujer enferma y sin poder moverse de la cama y los dos chicos habían sorteado hasta entonces, gracias a los vecinos, las calamidades del asedio que sufrió la capital de España.

Pocos días después de acabada la guerra, se presentó en esa finca un tipo falangista que sacó a punta de pistola a los tres. Este personaje sería después alcalde Madrid y el que informó de la muerte de Franco, su nombre: Carlos Arias Navarro.

Así pues los tres tirando de un carro donde llevaban todas sus pertenencias, se encaminaron hacia Carabanchel, donde habían oído que, por los efectos de la guerra, había muchas casas abandonadas, dada la proximidad del frente que había dejado su terrible huella en forma de destrucción casi total. Los desplazados no es un invento nuevo.

Algunas horas después, consiguen encontrar una que esta medio derruida pero que sirve, al menos, como refugio provisional. Allí pasan algunos días hasta que encuentran, dentro de esa misma zona alguna que está en mejores condiciones.

Por supuesto, nada de luz, nada de agua corriente y nada de camas. Sólo unas velas, unos colchones y el agua que se puede conseguir en una fuente próxima. Allí cada día, se concentran multitud de mujeres que, al igual que la de Rafael, o no saben nada de sus maridos, o saben que se han quedado sin ellos para siempre.

Sin embargo, pese a las condiciones tan duras, existe la solidaridad y allí se gesta el germen de algunas amistades que perdurarán a lo largo de muchos años. Nombres de heroínas anónimas.

Después de nueve meses Rafael es liberado. Se ha demostrado que no tiene pendiente delitos de sangre y que es sólo un pobre albañil al que los rojos han engañado. Se le devuelve a Madrid, con un equipaje que consiste en la ropa que lleva puesta y un kilo de naranjas. Y así llega a la ciudad.

Lo único que dijo al volver es que en aquel campo había conocido el mar. Nunca habló nada más de su estancia allí, nunca dijo nada más de esa etapa.

Rafael no era el mismo. De alguna forma el chico que se apeó un buen día en la estación del Mediodía quedó enterrado para siempre en ese campo de Valencia. Era un hombre, que a pesar de tener sólo 32 años parecía mucho mayor, era un derrotado en el sentido amplio de la palabra.

Él era consciente de que el futuro era muy sombrío; nadie querría dar trabajo a un derrotado, a un perdedor, a un rojo. Así que de nuevo vuelta a las chapuzas, a pedir favores, a trabajar horas y horas para lograr llevar algo a una casa, que ni siquiera merece ese nombre.

Las relaciones con su mujer se deterioran poco a poco, el desempleo, la miseria, el hambre y, sobre todo, el silencio, acaban por aniquilar lo poco que quedaba entre ellos después de tantos años de penalidades. Rafael empieza a dedicar más tiempo al alcohol de lo que sería deseable. Se hunde.

Finalmente se decide por agarrar una cesta y vender por las calles, caramelos y chucherías para los niños. ¿Pero qué niños van a comprar caramelos cuando no tienen ni para lo más necesario? Pasa el tiempo, crece la amargura y el silencio se vuelve insoportable.

Finalmente tiene algo de suerte porque, gracias a su tenacidad, consigue un empleo estable en una casa de comidas. Es trabajador y serio y con, el tiempo, llega a ser el responsable de todos los camareros. Pero el mal está tan dentro que esto ya sirve de muy poco.

En esa época es cuando yo le conocí, cuando tengo memoria de él. Recuerdo su seriedad, sus prolongados silencios, su preferencia por la soledad. Recuerdo su tristeza, su mirada muchas veces perdida. Poco más. Algunos años más tarde se fue también para siempre.


Nota: Este relato está basado en hechos absolutamente reales. Sólo he omitido el nombre de las personas que estuvieron vinculadas a él, porque no aportaría nada a la historia darlos a conocer. No así, en cambio, el de los políticos.

Pese a que le conocí muy poco, tengo la seguridad de que Rafael fue un buen hombre y un excelente abuelo.

martes, 18 de agosto de 2009

RAFAEL: LOS AÑOS DE LA FURIA

Rafael sabe que tiene que participar, que las indicaciones de su sindicato esta vez no puede desoírlas, que no se trata de una huelga de las muchas como las que se ha visto obligado a hacer años atrás y que a veces le han perjudicado. Es consciente de que después de todo lo que ha pasado, no puede quedarse en su casa.

Durante los cuatro años anteriores, desde que le dejamos preocupado por el intento de Sanjurjo, los acontecimientos no le han dado muchos días para las alegrías, para los momentos de descanso, para poder disfrutar por fin de la vida; esa que en 1931 él vislumbraba en aquella bandera tricolor de la Puerta del Sol. Para Rafael nada ha sido como esperaba. Ya ni siquiera tiene un recuerdo claro de aquel 14 de abril de 1931.

Ahora, tiene tres hijos, porque en 1935 ha nacido su hija, que en febrero de 1936, tiene apenas un año. Piensa en que si se queda en casa, siempre dudará de si esa actitud puede contribuir a que nada cambie. Rafael no es un hombre que entienda de política, pero sabe de la vida. Decide que tiene que votar.

Las elecciones de febrero de 1936 las gana el Frente Popular y, consiguientemente, puede formarse un gobierno que sustituya al del conservador Manuel Portela Valladares, hombre políticamente ambiguo. Con la victoria de estas candidaturas se pretende cerrar las heridas que se han ocasionado durante el denominado bienio negro. Rafael se alegra de ver a Manuel Azaña en la presidencia del Gobierno. Alguna vez le ha oído en algún mitin y le ha gustado lo que dice, lo que promete. Nuestro hombre, aún no tiene 30 años y aún es tiempo de creer. Va a ser la última vez, pero no lo sabe.

Lamentablemente Azaña sólo será presidente del gobierno hasta mayo de ese mismo año, cuando es nombrado presidente de la República. Este es uno de los mayores errores políticos de ese periodo.

El 18 de julio de 1936 es una de las jornadas más trágicas de la historia reciente de España. Ese día que, durante tantos años fue festivo, empezó uno de los episodios más sangrientos de nuestra vida como país. Rafael no va a ser ajeno a los acontecimientos. Más bien al contrario, va a tener un protagonismo indeseado.

Rápidamente su sindicato le moviliza para defender la legalidad republicana e impedir que el golpe de estado triunfe en Madrid. Finalmente se reduce a los sublevados y en la capital de España empieza entonces uno de los periodos más negros de su convivencia. Rafael ha estado en el Cuartel de la Montaña y no podrá olvidarlo. La ferocidad desatada amedrenta su alma de campesino andaluz. No entiende y no quiere entender nada.

Rafael es destinado con otros compañeros de su sindicato a impedir, dentro de sus posibilidades, que se produzcan esos actos vandálicos. No es un hombre especialmente religioso, sus participaciones en la Semana Santa de su ya lejano y casi olvidado Iznajar eran más bien fruto de la tradición que de la fe.

Pero recuerda haber visto personas que considera gente de bien, con esa fe que él no tiene, personas devotas que jamás han hecho mal a nadie y, por eso, da un paso a la hora de defender lo que cree que el se debe defender. No es un trabajo fácil, el furor, el odio contenido durante tantos y tantos años de injusticia, son mucho más fuertes que la voluntad de cinco pobres sindicalistas aunque alguno de ellos esté armado.

Sin embargo, a veces el poder de su palabra, es mucho más convincente que todos los uniformes y las insignias que lleva y mal que bien, consigue salvar más de una vida y más de un cuadro y a veces una simple imagen a la que tiene que proteger con su propio cuerpo. Son horas amargas y de desolación para Rafael. Su mujer recuerda haberle visto llorar por primera vez.

Los meses pasan y la situación se complica cada día más. No se trata de una intentona como en 1932. Los enemigos de la República reciben esta vez importante ayuda del exterior. Más que importante, decisiva. Rafael ve por las calles de Madrid gentes extrañas que hablan en un idioma que él no entiende en absoluto pero, de nuevo, su instinto le dice que han venido en su ayuda, y se alegra de poder compartir con ellos lo poco, cada vez menos, que va quedado en Madrid. Le dicen que son rusos. Desde entonces tendrá, el resto de sus días, un especial aprecio por ese pueblo.

La guerra está a final de 1938 irremediablemente perdida y ya son pocos los que lo dudan. Nuestro héroe pierde mucho más, pues su segundo hijo, de seis años, muere a causa de una difteria. Él lo sabrá bastante después porque, en ese momento, está ya en el frente, en tierras de Valencia, donde finalmente tiene que afrontar la humillante derrota.

Rafael es conducido de inmediato a un campo de concentración.

Continuará

miércoles, 12 de agosto de 2009

RAFAEL: LOS AÑOS SIN MEMORIA

"Quise olvidar todos aquellos años de sufrimiento y agonía y con el tiempo los convertí en años sin memoria" (Rafael)



Nuestro hombre permanece casi toda la mañana en la Puerta del Sol. No quiere moverse de allí y, aunque no tiene conciencia exacta de lo que ha pasado o está pasando, quiere saber y, por ello, presta atención a los comentarios y a los rumores que le llegan de las personas que en aquel lugar se han concentrado y que, como él mismo, están jubilosos.

Poco a poco, va sabiendo algunas cosas; por ejemplo, que el detestado borbón ha sido expulsado de España y que a esa hora ya ha salido del país con rumbo a Roma, donde será acogido para vivir el resto de sus días, aunque ha intentado por todos los medios a su alcance mantener el trono, si bien en la nota que deja a los españoles miente una vez más al decir que se va porque no quiere provocar un derramamiento de sangre.

Rafael percibe que lo que está sucediendo ante sus ojos es algo importante, no sabe con certeza por qué, no tiene una idea exacta de qué significa proclamar la república, pero tiene la esperanza de que algo puede mejorar en su vida. Que no es posible que toda aquella gente se congregue en Madrid y en otras ciudades de España, según va sabiendo por las informaciones que le llegan, para que todo siga igual que antes.

Ahora, tiene además otra preocupación añadida porque su mujer está embarazada. Ya no serán tres bocas que alimentar, sino cuatro y eso supondrá la necesidad de más dinero y de más esfuerzo y de más horas de trabajo. Por eso quiere, desea, pensar que los acontecimientos que está viviendo van a suponer algún cambio importante en su vida.

Pero, la república que nació sin violencia, tiene serios enemigos; los de siempre, esa derecha montaraz, ultramontana, caciquil, que no va a consentir fácilmente que le eliminen lo que considera sus seculares derechos heredados de padres a hijos por gracia divina. Y buena parte de esa derecha ya está conspirando en los cortijos del sur y en las sacristías de la vieja Castilla y Navarra.

Además, las masas, entre las que está Rafael, mal aconsejadas, peor dirigidas y con muy escasa formación política ayudan, con su impaciencia y sus actos violentos, a que los incidentes se sucedan prácticamente un día tras otro haciendo muy difícil el desarrollo del nuevo régimen.

Rafael se mantiene al margen, o mejor quiere mantenerse al margen, porque en realidad no puede. Él lo que desea es tener trabajo para poder mantener a su familia y no entiende por qué en muchas ocasiones sus propios compañeros de trabajo, son los que con su actitud impiden esto. Muchas veces duda, no sabe que hacer, pero, al final, siempre se decide por seguir adelante. Sabe que no hay vuelta atrás.

En ocasiones se desespera y recurre a amigos y conocidos para que le proporcionen alguna chapucilla y ganar algunas pesetas más. El riesgo es grande porque supone contravenir las decisiones de huelga de los sindicatos. Pero no hay otra manera de salir adelante.

Sin embargo, las cosas empiezan a complicarse cada vez más. Y en el caso de Rafael hay que sumar, a la situación general de incertidumbre, la tristeza que supone la pérdida de su hijo a los pocos días de nacer. Es este uno de los muchos palos, aunque él no lo sabe, que le va a deparar la vida a partir de entonces.

Y tal vez por eso, es esta una de las etapas con más sombras en la vida de nuestro héroe. Una época que, incluso para aquellos que le conocieron muy bien, resulta casi desconocida, sobre la que él guardó siempre un mutismo casi absoluto. Una etapa que es mejor olvidar, incluso pensar que jamás existió. Los años sin memoria.

Han pasado sólo tres, desde que se bajó del tren en la estación de Mediodía y han cambiado tantas cosas que a Rafael a veces le produce vértigo y preocupación. Por primera vez pierde algo de su fe y se siente solo.

Nuevo embarazo y nueva esperanza. Y en la calle más incidentes y más complicaciones. Resulta complicado llevar con regularidad un jornal a casa y, para mayor calamidad, en el sector de la construcción es uno de los que más se nota la crisis de 1929. La patronal aprieta, los sindicatos responden, huelgas, incidentes, detenciones...

En 1932, nace el segundo hijo de Rafael, justo cuando el general Sanjurjo y otros elementos de esa derechona fascistoide organizan un golpe de estado que fracasa rotundamente. Es el 10 de agosto de 1932 y la historia va a dar un giro importante que tendrá repercusiones en la vida Rafael pero, él, aún no lo sabe.


continuará...

lunes, 10 de agosto de 2009

A MODO DE CONFESIÓN

He dudado al colocar esta entrada en este blog. Finalmente me he decidido porque aquí, salvo alguna pequeña excepción están mis más "fieles" seguidores. Esto es una confesión destinada a evitar un proceso de cierta idealización que me ha parecido detectar en torno a mi persona. Quiero evitarlo y, por eso, estas líneas. Es posible que alguna o alguno se decepcione. Si es así, asumiré el coste de decir lo que considero necesario que se sepa.


Nuestra amiga Morgana ha publicado hoy en su blog un interesante artículo sobre el maravilloso régimen del que disfrutan los coreanos del norte. Ese gobierno que en nombre del comunismo se ha convertido en una macabra dictadura en la que, además de los rasgos comunes a todas ellas, hay que soportar el ominoso culto a la personalidad de su lider, autor de más de 18.000 libros y que tiene repartidos por el país, según parece, 35.000 monumentos.

En fin, en todo caso, hago votos para que lo antes posible semejant esperpento cruel sea derribado y los coreanos puedan disfrutar la verdadera libertad socialista, aunque ya sé que algunos me dirán que eso es imposible. Yo creo que sí lo es.

El artículo de Morgana, en el que se dice que a los coreanos se les enseña a creer a pies juntillas que el líder jamás se equivoca, me ha recordado los tiempos en los que yo, y lo confieso humildemente, también fui dogmático e intolerante.

Alguno supongo que habrá visto mi perfil, donde dice que soy cristiano sin religión y militante de Izquierda Unida, cosas ambas totalmente ciertas. Y pese a lo que pueda parecer, no encuentro en ello contradicción. Precisamente porque he dejado de poner los dogmas, la fe, por encima de la razón.

Sin embargo, durante muchos años, acepté voluntariamente pertenecer a la Iglesia Católica, de modo que admití todos y cada unos de sus dogmas, de la misma forma que, años después, entré a formar parte del PCE y creí, en más de una ocasión que los dirigentes del partido no se equivocaban jamás. Que había que cumplir a rajatabla las consignas que eran poco menos que artículos de fe. En cierta medida sustituí una iglesia por otra.

Tanto en un caso como en otro, el resultado era el mismo, porque creía que estaba en posesión de la verdad absoluta e irrefutable, lo que me servía, y aquí está el meollo de la cuestión, para permitirme el lujo de juzgar a los demás y condenarlos porque estaban equivocados, sin más.

Afortunadamente, como jamás tuve poder, lo cual celebro muchísimo, no pude hacer mal a nadie, no pude cometer injusticias o disparates irreparables en nombre de la verdad, de la sacrosanta verdad, ni de la católica ni de la comunista.

Pero, me pregunto, después de transcurridos muchos años, ¿qué hubiera sucedido si hubiera tenido capacidad de decisión? Y, al pensar en la respuesta, yo mismo me asusto de las posibles consecuencias. Supongo que no habría llegado a la máxima barbarie porque siempre me ha repugnado la violencia pero, en todo caso, como poco habría sido cómplice de la violencia de otros, lo que me haría igual a los ojos de los violentados.

Veo hoy con pavor el caso de mi amiga Morgana, forzada a vivir fuera de su país por resistirse dignamente al dogma, igual que en su día compartí las tribulaciones de chilenos, argentinos y uruguayos. Me ha costado tiempo reconocer que todos son víctimas aunque de distintos verdugos; bastantes años, demasiados años.

Reconozco que apoyé causas injustas porque así lo pedía la jerarquía, reconozco que me sumé a críticas absurdas por estar apoyadas por la mayoría, reconozco que no tuve valor para condenar lo que sabía que era censurable, reconozco que defendí regímenes totalitarios porque eran “amigos”. Reconozco que he actuado de forma escasamente justificable.

Muchos me intentarán consolar con el argumento de que, en todo caso, actué en “conciencia”, creyendo que hacía lo correcto y eso me disculparía en parte. Pues no, nada más lejos de la verdad; actuar en conciencia no exculpa de nada, porque ¿acaso los nazis no actuaron, en muchos casos en conciencia?

Hace ya tiempo leí un texto del cardenal Ratzinger (hoy Benedicto XVI) -si, no os asombréis- en el que analizaba con acierto el tema de actuar en conciencia y desmontaba en un par de frases sencillas ese argumento tan manido como inútil. Porque en definitiva ¿Quién establece la que es conciencia buena o mala?

Lamentablemente, el acierto de Ratzinger en este asunto, se queda en ese análisis y no se extiende al conjunto del catolicismo oficial. Pero ese es otro tema, aunque no menor.

No, afortunadamente, no tuve la oportunidad de actuar según el dictado d mi conciencia porque hubiera sido un desastre para alguien.

Ahora me siento absolutamente liberado del dogmatismo, de cualquier dogmatismo, y puedo decir libremente lo que creo más justo porque no tengo la necesidad de esperar a que el dirigente o el prelado opinen y me guíen. Siempre dejo la puerta abierta a la posibilidad de rectificar y revisar todo lo que sea necesario, si me demuestran, con argumentos, que estoy equivocado.

Esto, evidentemente, no me hace perfecto, pero sí más libre. No quiero que nadie interprete estas líneas como una especie de guía de conducta para los demás, sino más bien como una confesión liberadora y necesaria.

Los hombres y las mujeres, como hay que decir ahora, no seremos libres hasta que nos sacudamos para siempre nuestros propios dogmatismos, así que no busquemos liberaciones exteriores hasta que logremos la interior.


Un saludo

sábado, 8 de agosto de 2009

RAFAEL




Iznajar es aún hoy un pueblo relativamente pequeño que casi llega a los 5.000 habitantes y que tiene el honor de que, entre otros personajes importantes, es cuna del actual honorable pesident de la Generalitat José Montilla.

Último pueblo del sur de la provincia de Córdoba, en una encrucijada que le acerca a los límites de Granada y Málaga, y en mitad de Andalucía, mira al Genil desde una colina y tiene una serie de aldeas y cortijos a su alrededor que le dan unas características especiales de diseminación de la población.

Pues bien, allí en 1907 nació nuestro protagonista: Rafael

Nos podremos hacer una idea de cómo era Iznajar a principio de siglo XX. El típico pueblo andaluz, de jornaleros que tenían que vender su fuerza de trabajo para subsistir, por lo tanto nada original, ni nada que lo distinguiese del resto de pueblos de esa comunidad y de otras muchas de España.

Para los hijos de los jornaleros no era sencillo hacerse un hueco en la vida pero, por esas causalidades que a veces ocurren, Rafael fue a la escuela más tiempo de lo que solían ir los niños de la época. Y en aquella escuela rural aprendió a escribir, leer y las cuatro reglas. como se suele decir.

Poco, realmente muy poco sabemos de sus andanzas infantiles y juveniles, quizá porque poco haya que saber. Rutina y trabajo, algo que en la España de alfonso XIII, para un jornalero andaluz venía a ser lo mismo.

Lo que si nos consta es que nuestro héroe no pudo substraerse a las costumbres de su pueblo e ingresó, aún adolescente, en una cofradía llamada de los “Romanos” que tenía entonces, y tiene aún hoy, una importancia significativa en la celebración de la Semana Santa iznajareña. Pagaba “religiosamente” la cuota de 25 céntimos y comulgaba cada miércoles santo tal y como establecían entonces, no sé si ahora es así, las normas de la cofradía en cuestión.

Así que Rafael cada Viernes santo, se ponía orgulloso su uniforme de legionario romano y participaba gozoso en las celebraciones de la pasión del Nazareno con buena parte de sus convecinos. Después, muchos años después, aún lo contaba no sin cierta emoción y nostalgia.

Pero la vida en Iznajar, pese a las procesiones de Semana Santa y las fiestas de la Feria de Septiembre en honor de la patrona de la villa (Virgen de la Antigua), no era sencilla para Rafael y, como tantos y tantos andaluces, optó por la emigración. En su caso a Madrid. No volvería a ver Iznajar hasta pasados más de 50 años.

Llegó nuestro personaje con 21 años a la capital del reino. No eran tiempos sencillos para nadie porque en España, una vez más se había producido un “pronunciamiento” y un tal Miguel Primo de Rivera, capitán general de Catalunya, había dado un golpe de estado con la manifiesta complicidad del borbón de la época. Como tantas veces en este sufrido país, el ejercito salva patrias se dedicó a masacrar a sus propios conciudadanos.

Rafael se instaló en un cuarto de una casa de vecinos, en la que pagaba una modesta cantidad por usar una cama, con un armario y la cocina y el baño. Tampoco nada original. Allí había más vecinos que acogieron con simpatía al emigrante andaluz cuyo castellano era a veces -lo fue siempre- difícil de entender.

Madrid era entonces un poblachón manchego que ya estaba empezando a crecer, com siempre sin concierto y desordenadamente, víctima de la especulación, algo que no es nuevo, y de la explotación de los trabajadores, tampoco nada original.

Nuestro hombre, con los escasos conocimientos que tiene se pone a trabajar en la construcción, de peón de albañil y así puede mantenerse dignamente algunos meses. Pero las cosas se complican

En la casa donde Rafael vivía también lo hacia una viuda con su hijo de cuatro años, se conocen. A Rafael le hace gracia el “shico” y no sabemos si por el chico llega a la madre. Se casan al poco tiempo y tienen que cambiar de casa. Esto complica las cosas bastante porque no es lo mismo ser peón para mantener a uno en una pensión con derecho a cocina, que a tres, de los cuales solo uno trabaja. Hay que esforzarse y hacer más horas y trabajar a destajo. Por no le importa; es joven y está contento con su nueva vida.

Rafael tiene cierta conciencia social e ingresa en la CNT, ese sindicato tan odiado por la UGT, y que procuró masacrar con la connivencia de la dictadura de primo de Rivera.

Sin embargo, en 1931 se produce el milagro. El borbón ha dado una patada en el culo al dictador que ya lo sirve, le ha mandado al exilio a París y pretende, como ocurre siempre en la historia de los borbones, seguir tan fresco en el trono como si nada hubiera pasado. Se convocan y celebran unas elecciones municipales.

Ganan las candidaturas de los partidos monárquicos pero lo hacen en aquellos lugares en donde domina el caciquismo y el miedo. En las grandes urbes y en las zonas donde hay un proletariado industrial se imponen claramente las candidaturas republicanas. Rafael observa muy atento los acontecimientos.

Y el día 14 de abril de 1931, el Sr. Miguel Maura, abriendo un cortejo de hombres principales se presenta en la Puerta del Sol, ante la sede del ministerio de la Gobernación y pronuncia aquella magnifica frase: “Señores, paso al gobierno de la República”.

Rafael estaba jubiloso y esperanzado ante la sede de aquel ministerio en la que ondeó la bandera tricolor.

Continuara...


NB: he puesto deliberadamente el nombre y apellido del borbón con minúscula
.

lunes, 3 de agosto de 2009

IMAGINEMOS




Imaginemos que yo no soy quien dice ser, que soy una ficción, la creación de un autor que, igual que me ha dado vida, me la puede quitar en cualquier momento, porque sólo existo en su mente.

Y ese creador, por ejemplo, sólo me va a utilizar para poder decir, bajo una personalidad inventada, lo que él quiere decir y no se atreve. Por eso crea una ficción.

Imaginemos lo contrario; que sí existo, que soy realmente quien digo ser, pero que lo que escribo, no es producto de mi imaginación, sino de la de otro. Soy yo quien ha entrado en la vida de alguien y la he usurpado, le he robado su personalidad, su pensamiento y lo utilizo a mi conveniencia hasta el extremo de que puedo acabar en cualquier momento también con la vida de ese a quien he suplantado.


Quiero utilizar su pensamiento para escribir lo que yo no sé reflejar en un papel pero si aparecer yo como el autor.

Imaginemos que soy un fantasma y que vivo gracias a la muerte de otro, una especie de Matías Pascal, y que, por tanto, no puedo vivir mi vida, sino necesariamente la de otro, la del muerto a quien he sustituido, a quien he vuelto a la vida a cambio de la mía y, por eso, solo puedo escribir como lo haría el otro: si tengo vida, pero escribo con su mente, porque yo nunca puedo volver a escribir como quien antes he sido.

Imaginemos que los nueve de esta casa virtual somos pura ficción, producto de la imaginación de un único autor, puede ser cualquiera de nosotros, que nos ha dado existencia, una especie de heterónimos para recrear una serie de vidas que, en realidad no son más que una sucesión de actores en busca de autor.


Nos somos nosotros quienes escribimos, ni siquiera tenemos pensamiento ni vida propia, sino nuestro autor, que en cada unos de nosotros ha creado un ser distinto. Sólo uno de nosotros es quien dice ser.

Y, finalmente, imaginemos que nosotros si somos nueve seres distintos pero, cuando escribimos, no somos verdaderamente los que decimos ser, sino los que hubiéramos deseado ser y que, por lo tanto, somos una ficción de nosotros mismos, una invención sobre nosotros mismos y hecha para evadirnos de nuestra propia realidad. Somos actores de nuestra propia ficción. ¿Quiénes somos en realidad?

Imaginemos...