Algunos sonidos, pese a que no lo son en sentido estricto, recuerdan a la música celestial. Tienen unos efectos evocadores que, o bien nos hacen rememorar momentos agradables, o bien nos preparan para disfrutar de instantes que se suponen ciertamente inmejorables.
Nuestra joven y bella Menda dice que soy un sibarita. Bueno, sin llegar a tanto, he de reconocer que me gusta la buena comida y, aún más, acompañarla de un buen vino. Esto ya lo he contado más veces, así que no voy a insistir. Pero no sólo eso; creo que comer debe traspasar el mero hecho necesario para el sustento diario, o para el desarrollo físico. Comer es un arte y, como tal, debe ir acompañado convenientemente de un cierto ritual. Lo otro es engullir.
De la misma forma que un buen cuadro tiene, al menos así lo creo, que tener un marco adecuado, no concibo una comida apetitosa y placentera que no tenga sus aditamentos y adornos. ¿Sibaritismo? Puede ser...
Pero me estoy desviando del tema. Así que voy al grano.
Hace un par de semanas, para celebrar que hemos sobrevivido a los fastos de Navidad y Año nuevo, organicé para familiares cercanos una celebración sabrosona: unos judiones de La Granja (Segovia) con sus insustituibles sacramentos.
Y aquí es donde entra el maravilloso plop, plop, plop, que no es otra cosa que esa, casi imperceptible sinfonía, que durante horas interpretan esas maravillosas legumbres al hervir en su correspondiente puchero de barro. Dos elementos tan sencillos nos deleitan, si nos acercamos con buena intención y respeto, el oído. ¡ Sensacional melodía!
Los preparé en la lumbre de leña, cuestión que no tiene más misterio pero que si requiere bastante paciencia porque hay que estar muy pendiente de que el fuego sea siempre regular y, sobre todo, no se apague porque echaría a perder el hervor y con ello el producto final.
El plop, plop, plop se convierte así en una especie de preludio o de obertura magnífica de un concierto en que la alubia es elevada a la categoría de concertina, mientras que el el tocino, la morcilla y los chorizos establecen un diálogo con ella en un melodioso en tono mayor y "sostenuto".
En fin, que a la hora, de acudir a la sala de conciertos, es decir al cenobio, ya estaban allí preparados los escuchantes, dispuestos a terminar con los judiones, regados con un buen Rioja y , para mi satisfacción como director de esa orquesta efímera, aseguro que prácticamente nada quedó en la olla, como pueden comprobar en la foto. Magnífico alegro con fuoco como movimiento final.
¡Sorprendente!... estoy realmente impresionada por el tamaño de esas alubias gigantescas. Lindo concierto, ustedes y esos deliciosos platos. No diré que siento envidia, pero se acerca bastante.
ResponderEliminarEs muy agradable verte disfrutar de las cosas simples de la vida. Salud.
MUCHAS GRACIAS TOTAL
La boca se me hace agua y el estómago se revuelve enfadado de no poder alimentarse con la imagen. Bendito plop,plop. Esta es una de las cosas divinas de la vida, la otra encontrar quien sepa elaborarlo adecuadamente. Afortunados tus familiares. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSi que eres un sibarita, si, el plato en sí lo he comido y me encanta pero sín estos enormes judiones, creo que no los he probado nunca, aquí lo hacemos con las judías normales, de todas formas deben ser riquísimos.Bon apetit.Petons.
ResponderEliminarClara, en tú país de origen no os podéis quejar porque la comida es también muy buena. Y ya sabes el tamaño no siempre es lo más importante.
ResponderEliminarEmejota, y tan bendito plop, plop. Yo también soy afortunado por poder hacer algo que los demás pueden apreciar. Me gustaría ue la imagen transmitiera sabores pero es imposible.
Pero Gèni que decirte de nuestras mongetes amb botifarra y allioli. Son estupendas aunque más petitonas. Por cierto, se me dan muy bien. Jejeje.
Pues según la foto y tu relato, esa sinfonía te quedó de rechupete.
ResponderEliminarBesos
Te pido, por favor, no te ensañes con mis vicios.
ResponderEliminarPorfa, porfa, que a mi edad ya son los únicos lujos que me permito: comer y beber...
¡¡¡JAJAJAJAJAJA!!!
ResponderEliminarLe ha faltado decir, para ser más propios, que la olla se vació presto, prestissimo.
Buena sinfonía, vive el cielo, la que dirigió Vd. el otro día. Hace tiempo que no soy muy de cuchara porque mi hígado se ha vuelto fundamentalista y no me permite tamaños desafueros, pero le envidio.
Solo un pero, mi querido amigo. El atril de plástico que servía de soporte a tamaño "concertante" no destacaba convenientemente la sabrosura del manjar. Donde esté una buena loza, si no ya porcelana...
Salvo eso.... ¡Bravo, bravissimo! Rico, riquísimo.
Un abrazo, querido Txema
Hola Myr. Pues aunque sea un poco presuntuoso por mi parte he de decir que el resultado fue excelente. O, por lo menos, así lo dijeron los comensales.
ResponderEliminarQuerida María Jesús nada más lejos de mi intención que la de ensañarme que tus vicios, que son los míos, con este comentario.
Muy al contrario alabo tu afición a la comida y la bebida. Y ya me gustaría encontrar muchas personas con ese "vicio".
Freia: el plato que aparece en la foto es en el que se depositaron los siete judiones que sobraron a modo de testimonio, junto a ese pequeño trozo de chorizo.
Evidentemente los restantes fueron comidos en su correspondiente plato de loza. ¡Faltaría más!
besos para las tres
Una gran envidia viendo los judiones de la Granja. Yo para celebrar mis excesos navideños, me he puesto a régimen y creo que me he equivocado. Tenía que a verlo hecho como tu. Por ejemplo con un sabroso cocido acompañado de la "pringá"
ResponderEliminarNo hay mejor cosa que el buen comer y el buen beber.
Te alabo tu buen gusto
Besos domingueros
Carmen a ese cocido me apunto de forma entusiasta. Y recuerda que el régimen murió con franco. Jaja.
ResponderEliminarun beso igualmente dominical
Aceptado el cocido en algún paréntesis en que yo decida hacer trampa.
ResponderEliminarPuede ser en La Daniela, por ejemplo.
Bueno ya lo organizaremos.
Guau! qué hambre tengo
Y yo, voy a cenar. Y la Daniela me parece estupendo.
ResponderEliminarbesos
Si el que disfruta comiendo es un sibarita,...yo también lo soy.
ResponderEliminarPlop,plop,plop, sería un buen título para un blog gastronómico.
Saludos.
Me imagino esas "fabas", como le llamamos los gallegos, cocinadas con unas almejas, aunque los otros ingrediente también le están muy bien.
ResponderEliminarBuen provecho.
Bicos
Josito, desgraciadamente el sibaritismo en la comida es de las pocas que todavía me puedo permitir sin demasiado riesgo.
ResponderEliminarsaludos
Dilaida, las fabes con almejas son un plato de primer orden. Ya lo creo.
bicos
Genial este post mezclando comida con música.
ResponderEliminarEs muy original como lo contaste.
Me encantó!
Gracias Carla, me alegro de que te guste.
ResponderEliminarsaludos
Ese plop plop rima con fiestón, con amable conversación y con instinto glotón. La verdad es que comer es una necesidad pero también merece rodearse la buena mesa de un ritual adecuado, para mayor satisfacción. Ese cacharro al fuego despierta ya de por sí el apetito, nada más verlo.
ResponderEliminarEfectivamente María, de grana y oro, como mandan los cánones. Jaja.
ResponderEliminarBesos
Aro, no cabe duda, como dice María, que el viejo puchero de barro no tiene comparación con la olla exprés. Reconozco que es menos cómodo y mucho más lento pero el resultado es de fiestón y la vista (y el olorcillo) resucitan a un muerto.
saludos
¿Queda algo de estos sabrosos judiones de La Granja para esta Cenicienta.. o es demasiado tarde..? Me conformo con poco Txema, y este poco parece buenísimo..
ResponderEliminarUn beso.
Martine, para tí prepararé unos especiales, cada día y con aromas que les den un toque especial.
ResponderEliminarbesos