El viajero estaba en verdad muy fatigado, casi al limite de sus fuerzas. El cansancio era tanto que ya ni se acordaba cuántas jornadas llevaba caminando sólo; ni siquiera era capaz de recordar cuándo había empezado su recorrido, ni desde dónde. El viajero estaba al borde de la derrota.
Sólo era capaz de rememorar que todo había empezado allí donde el frío entra en los huesos, donde la existencia de la belleza es casi una leyenda de la que algunos hablaban con dolor e incertidumbre.
Había salido para encontrarla. Sabía que estaba esperándolo en algún sitio; quizás lejano y en la más absoluta soledad. Allí donde sólo se escucha el silencio porque la belleza no es frecuente.
Pero, ahora, tan cansado y tan solo, el viajero empezaba a pensar que no existía. Que los ancianos habían tenido razón al desaconsejar su intento de buscarla porque -además- si la encuentras qué harás con ella, decían.
El viajero, estaba en sus cuitas, cuando creyó distinguir algo luminoso que interrumpía con su color la monotonía del horizonte grisáceo.
Se aprestó para acercarse con cautela ante la posibilidad de sufrir un nuevo espejismo. Rememoró con tristeza otras ocasiones en las que creyó haber llegado donde estaba ella.
Pero no, esta vez no era un espejismo. Había frente a él una especie de tabernáculo, algo indefinible, inmaculadamente blanco, sin una sola mancha, perfecto. El viajero entró.
Tardó en acostumbrar sus ojos a la luz, ahora muy brillante pero, desde el primer momento, el viajero supo que había llegado, que aquella a quien buscaba estaba allí porque esa luz y ese aroma sólo podía ser de ella.
Cuando por fin sus ojos pudieron distinguir, la vio dormida, bella, pálida, profunda. Sus labios, ligeramente abiertos, expresaban como una sonrisa de bienvenida.
Entonces, el viajero se sentó sin decir nada. Tomó agua fresca de una vasija y esperó silencioso para no despertar a la bella. Se quedó dormido. El viaje de su vida había concluido.
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Bonito relato y la música también... qué pieza es? Y has hecho tú el montaje de fotos? Muy bonito Txema!
ResponderEliminarTexto y música muy hermosos y nostálgicos a la vez..
ResponderEliminarEl viaje (de una de sus vidas) había concluido, como los gatos, tenemos más de una, estoy convencida, demasiado triste sería conformarse con una.
Besos, Txema.
Susana, la música es un adagio de Alessandro Marcello. Esta es la versión para oboe. Existe, al menos otra para guitarra.
ResponderEliminarEl montaje no es mío, aún no soy capaz de esas filigranas. Lo único que se debe a mi "habilidad" es el texto.
Besos.
Martine, no sé si desearía tener siete vidas como los gatos. Creo que el viaje debe terminar en un momento determinado.
ResponderEliminarBastante triste es muchas veces la vida como para encima tener que volver a soportarla. No, creo que es mejor así.
besos
Yo creo que lo importante es disfrutr el trayecto.
ResponderEliminar¡Vaya, Txema, pensé que era la Inmaculada Concepción! Ja, ja.
ResponderEliminarComo siempre, tus escritos trasmiten el movimiento y la vida que en otros solo es estatismo rococó.
Saludos.
¿La inmaculada concepción? No, en realidad es una metáfora sobre la vida. Buscas y buscas y cuando crees que has encontrado lo que esperabas es casi la hora de plegar.
ResponderEliminarEn todo caso un poco escéptico. Me alegro de que te guste.
un abrazo
María Jesús, el camino a veces puede resultar demasiado largo.
besos
medio convencida me tienes con tu respuesta pero María Jesús tiene razón también..
ResponderEliminarQuizás merezca la pena vivir un poco más para escuchar a Albinoni y, sobre todo, para leerte a ti.
ResponderEliminarbisous
Tu precioso relato acompañado de ese maravilloso adagio, dan a este sábado frío un sabor especial.
ResponderEliminarNo es la cantidad sino la intensidad de ese camino que todos recorremos. Un final como el de este viajero, en que se encuentra con su amada, me parece magnífico. Al menos yo lo interpreto así. No termina sólo. Al menos, lo hace con su recuerdo. Me apetece ese final
Te leo delante de una chimenea y preparada para tomarme una buena "olla".
Besos y buen fin de semana
Caramba Carmen ¿dónde estás? Pues sí, ese es uno de los posibles finales de esta historia. Como tú eres optimista y risueña has elegido el bonito.
ResponderEliminarSi tuviera que elegir yo, como le he dicho a Marcos, diría que el pobre viajero llega al final y se encuentra a la amada dormida, no se atreve a despertarla con el consabido beso y también se queda dormido.
Ves, es que no tengo remedio.
Oye, pues disfruta de ese caldo.
besos
Gracias María. A ver si se me ocurren cosas de vez en cuando.
ResponderEliminarun beso
Ya veo con alegría que compartimos gusto músical, aunque durante este més me encuentre centrada en "música de guateque". El relato está muy bien, ya se bsrrunta el final desde el principio, el tema de la muerte lo he tocado en varias ocasiones en mi blog. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarOjalà mi viaje termine asi de plácido y si es en domingo, mejor.
ResponderEliminarEmejota es difícil no compartir la belleza de ese adagio.
ResponderEliminarSaludos
Myr, gracias por tu visita en domingo.
Besos
Pues el texto ya es mucha habilidad... escribes de maravilla!
ResponderEliminarPues muchas gracias Susana. Con un poco de suerte me uno a tu familia y entre todos hacemos un "lobby" cultural.
ResponderEliminarSebastian le pone música a los textos, Dani imagen, yo escribo el guión y tú de representante. Veras que éxito. Y encima nos divertimos trabajando.
besos
Txema, tienes la sobriedad de la buena literatura española. Ese tono austero, esa luz metafísica, ese tono ocre de las Castillas. Tan triste y tan certero.
ResponderEliminarUn beso.
¡Qué hermoso es el viaje a Itaca!
ResponderEliminarMe encanta este blog.Un abrazo bien grande
Ataulfa, me pongo un poco colorado con tanta alabanza. Creo que exageras bastante. No paso de ser un aficionado.
ResponderEliminarPero, igualmente, te lo agradezco mucho. Aunque a veces ese tono ocre podría cambiarlo por el azul del mediterráneo.
besos
Freia, Ítaca, es un viaje hermoso sin duda. Es un viaje necesario.
besos
En el fondo, el viaje no había hecho más que comenzar...
ResponderEliminarMuchas veces ocurre como en este precioso relato: encontramos lo que buscamos al final o, al menos, somos consciente de ello, de que lo hemos encontrado.
ResponderEliminarUn texto con un enorme aliento poético. Me ha gustado, querido Txema. Y el adagio es una hermosura de principio a fin; siempre he disfrutado con esa pieza de Marcello (qué limpidez y pureza destila).
Un abrazo y gracias por el disfrute.
Pedro es posible que el viaje empiece ahora. Nada hay en contra.
ResponderEliminarsaludos.
Isabel gracias por tu generosidad. Es verdad que muchas veces encontramos al final lo que buscamos. Por eso estoy de acuerdo con Pedro en que ese puede ser el principio del viaje real.
besicos
Maravillosa metáfora Txema. Me gustó como fuiste relatando el viaje. Los detalles preciosos.
ResponderEliminarY el final... que decirte... me conmovió.
Estupendo relato; leído además mientras se escucha ese adagio, resulta delicioso.
ResponderEliminarGracias Carla y Aro. Sois muy amables.
ResponderEliminarsaludos
esta asturiana por tu forma magnanima y bella de relatar sin esperar ser molestia se queda de tu seguidora,te manda un besin y decirte ¡¡¡ que grande eres maestro¡¡¡
ResponderEliminarOzna, no me molestas en absoluto y muchas grcaias por tu comentario verdaderamente amable.
ResponderEliminarbesos también para tí
Desde mi viaje actual, paso a dejarte un abrazo.
ResponderEliminarGracias Myr. Te contesto tarde pero es que he tenido poco tiempo. Lo siento.
ResponderEliminarsaludos
"- ...Un motivo para vivir, aunque me vaya la vida en ello.
ResponderEliminar- ¿Quien soy yo para juzgar tu forma de vivir, de pensar o de amar?. Todos podemos ser un naufrago buscando una tabla que nos salve.
- Ve entonces a buscarla, ¡amigo mío!. Mientras esa esperanza ilumine tus pasos, tu esfuerzo nunca será baldío."
Este es un pequeño diálogo que me ha sugerido tu magnifico relato. La música es grandiosa.
Un abrazo.
Ibso.
Gracias Ibso.
ResponderEliminarsaludos