El domingo 13 de diciembre se celebró en Madrid, como en otras muchas ciudades del mundo, el día de las luces, llamado Janucá o Hanukkah y que es una de las fiestas tradicionales judías más conocidas y, además, según parece demostrado, el origen de la navidad cristiana.
El evento fue en la Plaza de Oriente y, por desgracia, el fuerte viento que soplaba en la capital estuvo a punto de estropear la celebración que tiene como fundamento encender las velas de un candelabro de nueve brazos.
El origen de esta celebración se remonta a los tiempos de la refundación (si, ya entonces existía esa manía) del templo de Jerusalén. Reinaba en Siria, del que dependía Israel, el seléucida Antíoco Epifanes IV (175 AC), uno de los herederos de Alejando Margo, enemigo declarado de los judíos a los que quiso someter, no sólo desde el punto de vista militar, sino también desde el cultural e identitario.
El caso es que cuando se logró consagrar de nuevo el Templo, tras muchas vicisitudes y peripecias que me ahorro contar para que no se me acuse de agente del sionismo, los encargados de encender el candelabro (Macabeos) se dieron cuenta de que sólo había aceite para un día.
Pese a esta dificultad, animosos, encendieron el candelabro y el aceite -milagrosamente- duró los ochos días de celebración de la reapertura del Templo. Ese es, contado con brevedad, el origen de la fiesta que se celebra a veces en noviembre (jeshván) y otras en diciembre (kislev), dependiendo del calendario hebreo que es el que se usa y es muy complicado.
Por ese motivo, este candelabro tiene nueve brazos, el central y los ocho (cuatro a cada lado) que se supone representan cada uno de los días que dura la festividad. Dicho sea de paso, este candelabro se llama Janukía y no Menorá (Menorah) que es el que todos conocemos y que forma parte del escudo del Estado de Israel y tiene siete brazos.
Durante las celebraciones, y Madrid no fue una excepción, se reparten unos buñuelos rellenos de mermelada (sulgoniot) y se bailan danzas tradicionales (rikudim) que suelen animar bastante a los presentes, una vez terminadas las ceremonias oficiales. También se regalan unas peonzas muy curiosas de cuatro lados que tienen unas letras en cada uno de ellos que son las iniciales de “aquí pasó un milagro”.
A los que vivís en Madrid me gustaría animaros para que próximo año os acerquéis a compartir Janucá y así comprobar que no todo lo relacionado con Israel tiene que ver con esa imagen terrible consecuencia del largo y doloroso enfrentamiento con los árabes de Palestina que, personalmente, y como muchos judíos, soy el primero en rechazar.
El evento fue en la Plaza de Oriente y, por desgracia, el fuerte viento que soplaba en la capital estuvo a punto de estropear la celebración que tiene como fundamento encender las velas de un candelabro de nueve brazos.
El origen de esta celebración se remonta a los tiempos de la refundación (si, ya entonces existía esa manía) del templo de Jerusalén. Reinaba en Siria, del que dependía Israel, el seléucida Antíoco Epifanes IV (175 AC), uno de los herederos de Alejando Margo, enemigo declarado de los judíos a los que quiso someter, no sólo desde el punto de vista militar, sino también desde el cultural e identitario.
El caso es que cuando se logró consagrar de nuevo el Templo, tras muchas vicisitudes y peripecias que me ahorro contar para que no se me acuse de agente del sionismo, los encargados de encender el candelabro (Macabeos) se dieron cuenta de que sólo había aceite para un día.
Pese a esta dificultad, animosos, encendieron el candelabro y el aceite -milagrosamente- duró los ochos días de celebración de la reapertura del Templo. Ese es, contado con brevedad, el origen de la fiesta que se celebra a veces en noviembre (jeshván) y otras en diciembre (kislev), dependiendo del calendario hebreo que es el que se usa y es muy complicado.
Por ese motivo, este candelabro tiene nueve brazos, el central y los ocho (cuatro a cada lado) que se supone representan cada uno de los días que dura la festividad. Dicho sea de paso, este candelabro se llama Janukía y no Menorá (Menorah) que es el que todos conocemos y que forma parte del escudo del Estado de Israel y tiene siete brazos.
Durante las celebraciones, y Madrid no fue una excepción, se reparten unos buñuelos rellenos de mermelada (sulgoniot) y se bailan danzas tradicionales (rikudim) que suelen animar bastante a los presentes, una vez terminadas las ceremonias oficiales. También se regalan unas peonzas muy curiosas de cuatro lados que tienen unas letras en cada uno de ellos que son las iniciales de “aquí pasó un milagro”.
A los que vivís en Madrid me gustaría animaros para que próximo año os acerquéis a compartir Janucá y así comprobar que no todo lo relacionado con Israel tiene que ver con esa imagen terrible consecuencia del largo y doloroso enfrentamiento con los árabes de Palestina que, personalmente, y como muchos judíos, soy el primero en rechazar.
Pues esos candelabros son una maravilla. No conocía de la existencia de esas celebraciones del Janucá en España, pero cuando menos es una forma de acercarse a esa rica cultura.
ResponderEliminarNo podía dejar acabar el año sin venir a desearte todo lo mejor para estos dias y que el 2010 que se avecina sea lo más feliz posible, te lo deseo de todo corazón, a tí y a los tuyos, mucha salud...
ResponderEliminarUn abrazo muy cariñoso.
Gracias por ser y estar, por tu afecto, muchas gracias por todo...
PD:.Es también mi despedida Bloggera, pero sabes donde me tienes y eso para siempre, Txema..
No tenía ni idea de estas celebraciones, Txema. Gracias por avisarnos. Si puedo en otra ocasión me acercaría a verlo.
ResponderEliminarUn beso
Pero ¿usted no era ateo? ¿qué hace publicitandonos el Janucá?...Por Jehová que no entiendo nada. ¡Ja,ja,ja!. En fin, ahora un poco más en serio, me parece una buena idea conocer otras fiestas, otras costumbres. El problema será saber cuando se celebrará porque como tú bien dices cambia de fecha cada año.
ResponderEliminarBesos y feliz Janucá, Navidad o lo que sea necesario.
Con esta hermosa sorpresa me he encontrado, el hecho que recuerdes esta fiesta en tu blog... ahhhh, me siento feliz. Llegué tarde, pero no importa, igualmente me voy con el corazón contento.
ResponderEliminarNadie tiene por qué decir que eres agente sionista, y menos cuando cuentas hechos históricos certeros. De todos modos, ser sionista no es pecado, otras muchas cosas sí lo son.
Abrazos, felicidades y hasta pronto.
Jag Sameaj, un poco tarde y gracias por este escrito tan ilustrativo.
ResponderEliminarAbrazos y un excelente 2010.
Aquí en Tel Aviv, nos reunimos toda la familia y festejamos también cumpleaños de hijos de mis primas que cumplen en Dic. Todo en uno , la cosa es festejar.
Has hecho un Post excelente,tienes una manera muy ilustrativa y entretenida de contar las cosas.
ResponderEliminarSaludos
Gracias a todos por vuestros comentarios. Me alegro de haber contribuido a que la cultura judía, tan española en muchos casos, os sea un poquito más cercana y como dice Myr, jag semeaj (féliz pascua) a todos y todas.
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