martes, 13 de octubre de 2009

TARDES MUSICALES


Recuerdo, tendría yo unos cinco o seis años, que mi padre decía que sentía un escalofrío al escuchar la Consagración de la Primavera de Igor Stravinski, a lo que mi madre, con cierta ironía y jocosidad, le contestaba que era un poco pedante.

Sin embargo, si ella le tocaba las manos, efectivamente podía comprobar que las tenía más frías que de costumbre. Ahora, pasados casi cincuenta años, tengo la certeza de que, de alguna manera, decía la verdad, porque la música si puede transformar o producir estados de ánimo en personas medianamente sensibles. Claro que esto no pasa de ser una opinión personal y como tal hay que tomarla.

Cuento esto porque en el canal (de TV) Mezzo, tuve la oportunidad de escuchar el doce de octubre una versión excelente de la famosa Consagración, interpretada por la Filarmónica de Berlín y dirigida por Bernard Haitink. Una maravilla de interpretación.

Me vino entonces a la memoria la frase (pedante o no) de mi padre y la recordación de las tardes de los sábados de mi infancia, que están claramente vinculados a la música.

Recuerdo que tenían un tocadiscos Kolster, con la forma de un maletín, del que se levantaba la tapa superior porque allí estaba el único altavoz. Un aparato muy sencillo que era capaz, eso sí, de reproducir discos a 33, 45 y 78 revoluciones.

Así que, en ese modesto aparato y en los conciertos de Radio Nacional, se fraguó, sin yo saberlo y ni siquiera imaginarlo, mi afición a la música llamada clásica que, curiosamente y, para gran desesperación de mis progenitores, tardó bastante en aparecer.

También me acuerdo de los escasos discos que componían la colección de mis padres: las sonatas claro de luna y los adioses de Beethoven, el concierto para piano numero de tres del mismo autor, las sinfonías 39 y 40 de Mozart, un extracto de la ópera Rigoletto de Verdi, la mencionada “Sacre” (era un disco editado en Francia) y lo que era la auténtica joya de la discoteca, una versión integra del Otelo de Verdi, con la orquesta de la NBC dirigida nada menos que por Arturo Toscanini.

De todos esos discos sólo sé de uno, precisamente el Otelo verdiano, que ha pasado a mi propiedad, tras la muerte de mis padres. Del resto no sé nada más.

Lo que sí recuerdo perfectamente es la impresión, no sé si esta es la palabra más adecuada para un niño, que me producía escuchar el famoso brindis entre Yago, Casio y otros personajes de esta ópera. Aún hoy, sin llegar al escalofrío, me emociona.

De vez en cuando, algún conocido les prestaba algún disco que después, desgraciadamente, había que devolver y no se oía más en mucho tiempo. Recuerdo dos especialmente: una versión de la novena de Beethoven y una selección de Caballería Rusticana con su maravilloso intermezzo.

Desgraciadamente, el Kolster, despareció un mal día, pues hubo que venderlo. Así me lo explicó mi madre algún tiempo después, porque el dinero hacía falta para otras cosas más perentorias. Así que, musicalmente, todo quedó reducido a Radio Nacional.

De todas formas, deduzco que las dificultades económicas se debieron atenuar porque, cierto tiempo después, quizá un año, recuerdo a mi padre sentado a la mesa camilla firmando unos papeles (más tarde supe que eran letras) por la compra de un televisor de la marca Iberia y que tenía una pantalla de 24 pulgadas.

Lamentable e incompresiblemente, la música de los sábados fue perdiendo terreno paulatinamente a favor de la caja tonta que, ya entonces, apuntaba nocivos deseos de exclusividad.

Se acabaron gran parte de las audiciones de música y se terminaron las excursiones a la Plaza Mayor el en tranvía 23 para pasar la parte final de la tarde del domingo degustando brocadillos de calamares en el bar donde se podía ver el fútbol porque tenían TV.

Y, por supuesto, se acabó escuchar al malvado Yago incitando a la bebida al inocente y torpe Casio para la perdición de la resignada Desdémona ¡La cantidad de frustraciones infantiles que ha generado la TV!

Ya contaré el resto otro día...

13 comentarios:

  1. En casa cuando era pequeña el amante de la música era mi padre, clásica, moderna, toda ella le entusiasmaba,tenía un gran don que era ponerse delante del piano e interpretar cualquier melodía que oyera, caramba que bien lo hacía ! Todavia hoy guardo un álbum con música clásica conlos discos de pasta que pesan como un burro. A mí el amor por la música clásica me vino de mayor, hay obras que me ponen los pelos de punta y otras que no me dicen nada como a todo el mundo.Petonets.

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  2. Si, a mí me pasa lo mismo. Algunas obras, por muy alabadas que sean por críticos y público no me gustan.

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  3. Txema,

    soy una gran amante de la música clásica. De hecho toco el violín y me encanta escuchar las sonatas, sinfonías...cada una te dice algo diferente, te muestra sentimientos que nunca antes sentiste.

    Es un placer oír música, te dice tanto...

    Besoss

    Sara

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  4. Vaya Txema, nosotros también somos grandes amantes de la música clásica. De hecho, mi marido es violinista (me imagino que ya lo sabías).

    Tienes toda la razón que la música puede producir emociones especiales y a veces inexplicables, y me alegra mucho que menciones la Cavalleria Rusticana, ya que en nuestros conciertos (hemos ido de gira por Asia este verano, donde mi marido toca con un fantástico violinista español, Alfredo Oyaguez, y yo les hago de presentadora) tocan el Intermezzo que mencionas, y cada vez, como mínimo tres o cuatro personas del público sueltan una lágrimita. Es una pieza fantástica.

    Si quieres ver a mi marido tocar un fragmento del Intermezzo de Cavalleria Rusticana, lo puedes ver en la sección de videos de nuestra página web www.galvanseeschierenberg.com (no sé si es en el video Part 3 o Part 4).

    Si te lo miras, ya me dirás qué te parece... me gustaría saber tu opinión!

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  5. Sara: lo que nos cuentas es lo que te faltaba para alcanzar la casi perfección. Algún día, no muy lejano, tocarás el cielo rodeada de coro de seguidores (nosotros) que esteremos encantados de decir que fuimos los primeros y, por tanto, los privilegiados en conocerte de cerca.

    Meine Liebe Frau Galván: acabo de llegar a la redacción y ya he oído el intermezzo. Evidentemente una maravilla, muy bien interpretado.

    También me ha llamado la atención lo expresiva que eres, sobre todo, con las manos.

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  6. Txema, me gustaría que no dejases de contarnos algo más. Particularmente, me quedo con este blog, antes que con el de política.

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  7. Menda, este blog es mucho menos importante que el de política, aunque comprendo que te guste más porque se cuentan cosas más íntimas, más personales. Precisamente por eso es menos importante.

    Pero, no temas, contaré las cosas que se me vayan ocurriendo, si es que las recuerdo. Y gracias por tu apoyo y tus comentarios.

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  8. Jajaja! Sí que muevo mucho las manos, sí!

    Me alegra que te guste la interpretación de Sebastian... está muy contento!

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  9. Que linda anécdota, que lindos recuerdos. me gusto mucho tu historia!

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  10. Un vistazo atrás en el tiempo emotivo, interesante y muy bien llevado, Txema... y sobre un tema particularmente especial. Me alegra ver que has vuelto por estos fueros tal y como habías dicho.

    La música es para mí quizás el Arte por excelencia, de hecho me parece probable (no sé nada al respecto) que haya sido el que primero haya hecho aparición en la Humanidad, aunque sea en modo estrictamente vocal o rítmico... Todos los artes sugestionan, o pueden sugestionar, a un nivel elevado, pero creo que la música tiene un poder especial y probablemente innato al respecto... Difícilmente un niño podrá sentirse movido internamente de esa forma por la pintura o la escritura, por ejemplo (no por falta de nada más que no sea experiencia respecto a conceptos menos obvios y 'puros'), pero la música es en cierto modo intrínseca. Si a ello unimos la expresión poética de las letras cuando existen (y la tienen), tenemos un cóctel multidimensional perfecto... Sin necesidad de imágenes, aromas o sensaciones táctiles, por mucho que en otro orden artístico puedan aportar.

    Yo también recuerdo sábados infantiles con mi padre y música clásica, así como sus explicaciones acerca de las imágenes que contenían muchas de esas composiciones en sus pasajes. Me parece un tipo de música sumamente poderosa y salubre... 'extrovertida' en el sentido en que trabaja de manera sencilla de dentro afuera, y no a la inversa como sucede con otros estilos posteriores... En cierto modo es como pisar hierba fresca... y, en ese sentido, aparece curiosamente tu reflexión final, en la que la televisión supuso también la recreación de lo que físicamente nos rodea.. con la paradoja de llevar a obviarlo....

    Al menos sólo nuestro deterioro podrá limitar nuestro recuerdo...
    Un saludo, y disculpa el ladrillo (habitual, por otra parte), pero la música es un tema importante para mí.

    PD: me pasa un poco como a ella, y me ha resultado un poco llamativo que minusvalores un poco lo personal frente a lo común... A veces las piezas son más importantes que el todo, que en el fondo no deja de ser un conjunto de ellas.

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  11. Querido Troll, no minusvsaloro lo personal, lo que pasa es que a veces hay que optar. Creo que son estos momentos de confusión y lo público, lo común, debe prevalecer sobre lo privado. Digo prevalecer, no anular.

    Lo contrario, en mi caso, sería admitir la derrota después de muchos años de trabajo para conseguir algo que creo que es mejor para la suma de todas esas piezas.

    ¡Ojala! pudiera dedicarme en exclusiva a lo personal. Te aseguro que lo estoy deseando hace mucho, muchísimo tiempo.

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  12. Creo que dentro mía habita un bicho tremendamente curioso. Ese bicho quería saber si esa afición tuya por la música clásica fue más allá del tocadiscos. Por otro lado, me has recordado una colección de singles que había en casa de mi abuelo paterno. La colección era tan dispar como: jingles de soberano, canciones de manolo escobar, festival de Wright, Serrat... lo cierto es que aquella colección acabó recabando en mi casa y había discos que me hacían reir muchísimo. Nada de música clásica. Lo siento.
    Lo que si recuerdo es que mi padre se quedó con un disco de Alicia Delarocha (recientemente fallecida) que compré con el sudor de mis pagas cuando era adolescente... Mecachis.
    Besos

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  13. Anabel ten paciencia y sabrás que pasó. ¡Pues vaya con tu padre! (es broma)

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