martes, 1 de noviembre de 2011
LA BALDWIN
Foto: Txema
Al llegar a la estación vio que la locomotora, una Baldwin de los años 30, estaba perfectamente preparada para emprender la marcha. El humo negruzco que salía por la chimenea no dejaba lugar a dudas: Los maquinistas habían hecho bien su trabajo.
Encender una locomotora es complicado, y mantenerla en orden de marcha mucho más, porque requiere un tacto y una sutileza que no todos tienen.
También observó que un número indeterminado de personas se agolpaban en el andén para subir lo más rápidamente posible a los vagones. Como si el tren fuera a arrancar sin ellos. Algunos empujones y cierto griterío que desanimaron al viajero. Notó que eran turistas.
El viajero teme ser confundido con un turista.
Nuestro personaje cree que la diferencia entre un viajero y un turista es esencial: el primero absorbe y se impregna de todo lo que ve. El segundo casi nunca, sencillamente porque ni siquiera ve.
Evidentemente, nosotros, somos meros relatores y no opinamos sobre las creencias del viajero que a alguno le pueden parecer ciertamente extravagantes.
Parece que, a nuestro viajero, le molestan las prisas innecesarias porque cree que son incompatibles con la observación y el deleite de recorrer los caminos serenamente.
Por eso, aunque sabemos que no se opone al progreso y la tecnología, el viajero no es muy partidario de la “alta velocidad”. No quiere llegar en poco tiempo si ello le resta conocimientos.
Cuando algún conocido (el viajero no es asocial) le plantea que la alta velocidad sirve muy bien para los “viajes de negocios” el viajero se sorprende porque sostiene, según lo que sabemos de él, que los viajes y los negocios son absolutamente incompatibles.
El viajero tomó entonces una decisión y, pese a que tenía su billete reglamentario, se acercó al maquinista de la vieja Baldwin y le enseñó un pequeño carné. El maquinista le ayudo a subir a la locomotora y, al poco tiempo, arrancaron.
Por lo que hemos podido saber, el viajero aprendió mucho del maquinista y observó todo lo que había que observar. Pero no sabemos qué carné le enseñó.
El viajero es reservado.
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Gracias María por tu amabilidad. Y me alegro de saber que tienes un antepasado ferroviario.
ResponderEliminarBesos sureña
Glups, impactante. El cuento, muy bueno. Y la diferenciación entre turista y viajero sencillamente la mejor que he leído. Sí, lo sospechaba. La diferencia no está en el vestuario, ni en el lenguaje, ni en la forma de caminar, ni en las tiendas donde se entra o no se entra... la diferencia está en la mirada.
ResponderEliminarEl viajero era un tipo sabio. Y tu texto es una gozada de principio a fin.
ResponderEliminarUn lujo leerte.
Feliz semana.
East, el viajero ha ido aprendiendo con el paso de los años. Ha escuchado, ha atendido, se ha interesado. Gracias por tu comentario siempre amable.
ResponderEliminarMercedes. Me alegro de que te paezca una gozada este pequeño relato. A mi también me gusta leer los tuyos, así que es un viaje de isa y vuelta, como diría el viajero.
Feliz semana.
Precioso; saboreando de verdad el viaje, porque lo importante es el camino y no la meta.
ResponderEliminarMe gusta tu Baldwin, hacía tiempo que no veía una. Y sí, los viajes hay que saborearlos...
ResponderEliminarGracias María Jesús, estoy seguro de que sabes saborear los viajes perfectamente. El viajero se inspitara veces en lo que te lee.
ResponderEliminarSaludos
Pues Myr, esta locomotora ahí donde la ves, todavía funciona y hace un servicio turístico en Madrid. Fue fabricada en Bilbao por babcock and Wilcox y perteneció a los Ferrocarriles Andaluces. Cubría la línea entre Guadix y Linares. Fue la locomotora del tren de la película "rojos".
Besos
Estoy de acuerdo contigo en la definición de viajero y turista.
ResponderEliminarMe parece un relato estupendo y no tengo ni "pajolera" de que era el carné que le enseñó al maquinista.
Muy bueno
Bicos
Gracias Dilaida. Bueno, procuraré enterarme de qué clase de carné le enseñó al maquinista para que le dejara subir a esa maravilla.
ResponderEliminarBicos
Un tipo muy sutil e interesante ese viajero. Hum! como me gustaría hablar con él...
ResponderEliminarBesos admirados
Carmen el viajero para poco. Pero siempre se puede intentar hablar con él. No sé si es sutil, pero puede parecerlo. Jajaja.
ResponderEliminarBesos
No hay en este mundo otro placer que el poder conocerlo como viajero, esto me gusta, aquí me quedo unos días, ir a tu aire. sín prisas, la pena es que no siempre podemos, no tenemos tiempo, el trabajo nos espera....Una pena,
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato Txema. Un petonet.
Gracies Gèni. Es verdad que no siempre podemos, pero se puede aprovechar el tiempo de la mejor forma posible.
ResponderEliminarpetonets també per tú
Cada vez me gusta más este viajero protagonista de tus relatos. Me transmite una gran serenidad y sabiduría.
ResponderEliminarTanto él como tú sabéis bien de qué va esto de los viajes, o como decía Don Antonio: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar....".
Seguiré esperando su mirada (la del viajero). Me gusta cómo se sonríe internamente (como si los negocios fueran compatibles con ser viajero).
Un abrazo bien fuertote.
El viajero ya tiene años como para saber que el negocio y el viaje son icimpatibles. Por eso se ríe, aunque con sosiego, de quienes hablan de "viajes de negocios".
ResponderEliminarIsabel, gracias por tu visita.